Vida y obra de un periodista
El reportero y escritor polaco Ryszard Kapuscinski fue objeto de reflexión en el Encuentro Internacional de Escritores que concluyó este sábado.
El museo de Historia Mexicana fue escenario de la conferencia magistral, digno colofón del Encuentro Internacional de Escritores, impartida por Ágata Orzeszek, insigne traductora del periodista y escritor polaco, Ryszard Kapuscinski a quien, con justicia, pudo adjudicarse hasta el Nobel. Uno de los principios para realizar versiones literarias es hacerlo siempre a la lengua madre, aquella que resulta natural, entrañable, de la cual se supone se conocen hasta los últimos recovecos. Ágata Orzeszek parece ser la excepción a la regla, pues siendo polaca de nacimiento, aunque barcelonesa por adopción, traslada de su lengua madre a una segunda lengua adquirida, el castellano. En el prefacio de La jungla polaca, un libro que aún no ha visto la luz en nuestra lengua, Kapuscinski escribe: “Durante toda la guerra soñé con un par de zapatos, ¿qué puede hacerse para obtener un par de zapatos?”. Los zapatos (buty, en polaco), un par de botas flamantes y nuevas, era signo de fortaleza e incluso de dignidad humana en un periodo en que la miseria era como el aire, pues estaba por doquier. Puede elegirse igualmente otra imagen de Rwanda, abandonada hasta por los perros, durante la guerra de 1975, cuando el gobierno asignó a cinco periodistas, para salvaguardar su integridad física, a una muchacha, suerte de intérprete y guardaespaldas, para que se ocupara de ellos. He aquí las palabras del entonces corresponsal de guerra: “Carlota es una muchacha sensata y no se distrae, por eso nos acompaña todo el tiempo, alerta para disparar”.
La intervención de Ágata Orzeszek se apoyó en gran medida en la lectura de textos de Kapuscinski, vertidos al español, naturalmente, por ella. La celebridad alcanzada por esta memorable traductora debe animar a todos aquellos que desde la sombra, en sumisa y casi gratuita devoción, consagran sus horas al difícil arte de trasladar obras de literatura. Ágata misma pone en entredicho la efectividad de sus intachables traducciones al español, quién sabe si por realismo o falsa modestia. En otra imagen, esta vez de la revolución en Persia que terminará con El Cha de Irán derrocado, tomada en el tumulto de las calles: “Ese hombre que camina entre tantos ¡cuánta esperanza radica en él!”. La esperanza de individuos aislados, sin rostro, sin nombre, cuyas acciones se habrían perdido sin remedio en esa masa negra llamada anonimato de no haber sido captadas en el momento, atrapadas en la instantánea de la pluma de Kapuscinski. Ante un auditorio menos vacío que en la mañana, la amiga, discípula, traductora y ahora estudiosa de uno de los más grandes periodistas de nuestra época, autor de brevedades y obras poéticas, como las recogidas en esos volúmenes de difícil edición y venta, titulados Lapidarium, y como infatigable pensador que reflexionara sobre las ideas relativas al deber en el oficio periodístico, Ágata Orzeszek ofreció tan sólo una pequeña probada de lo que en enero, gracias a la UANL, vendrá a exponer en un seminario de una semana entera, en el marco de la cátedra Anagrama.
Monterrey. Raúl Olvera Mijares
Milenio, México,
08.10.2007
|