Oberá - Misiones.
A sesenta y ocho años de la masacre
El domingo 15 de marzo de 1936 colonos ucranianos, rusos y polacos, en su mayoría, realizaron una marcha de protesta hacia el pueblo de Oberá para reclamar mejores precios para sus productos y fueron sorprendidos a balazos por la policía.
La historia
Transcurría el año 1936, la producción agrícola del centro del Territorio Nacional de Misiones atravesaba una profunda crisis. La sequía que afectaba a los cultivos, principalmente al tabaco, las formas arbitrarias en que los acopiadores realizaban la clasificación del mismo, que tenía incidencia directa en la fijación del precio que obtenían por su producción; problemas relacionados con la distribución y mensura de las tierras fiscales que ocupaban y un reciente impuesto sobre la yerba mate por parte de la Comisión Reguladora de la Yerba Mate (CRYM), constituyeron una suma de factores que generaron una situación de malestar entre los colonos de la zona centro.
Como consecuencia de ésta realidad económica pero también social, en el que las condiciones generales de vida de los colonos eran muy duras -particularmente en el caso de los productores tabacaleros, cuyas pequeñas explotaciones, trabajadas por todos los miembros de la unidad doméstica, los ponía en situación de autoexploración con escasas perspectivas de futuro- es cuando el domingo 15 de marzo de 1936 colonos ucranianos, rusos y polacos, en su mayoría, realizan una marcha de protesta hacia el pueblo de Oberá reclamando mejores precios para sus productos; un único precio de seis pesos por arroba de tabaco; la distribución equitativa y mensura de las tierras, y la anulación de un impuesto sobre las nuevas plantaciones de yerba.
La marcha
El día anunciado los colonos provenientes de Samambaya, Los Helechos, Ameghino, Guaraní y Campo Viera marcharon hacia el lugar previsto, el mástil ubicado en el centro del pueblo -actualmente sobre la avenida Sarmiento y la calle Santa Fé-. Al llegar al Cementerio Viejo, actual plazoleta Malvinas Argentinas y frente al galpón de unos de los principales representantes de la Compañía Cuarenta y Tres de tabaco, los colonos fueron recibidos a balazos por la policía que se encontraba al mando del Comisario Leandro Berón y por comerciantes del lugar produciéndose escenas de enfrentamiento y confusión que culminó con la existencia en la comisaría de gran cantidad de presos y numerosos heridos, siendo algunos trasladados al Hospital Regional. Entre ellos, las fuentes destacan a Nicolás Oyempamchuk, quien falleció el 17 de marzo , Pedro Erentecyues, Davien Gobenyert, Damián Ycocajest, Basilio Lifsty y/o Basilio Litvin, Pedro Cesarchuk y Nicolás Holiferchuk o Nicolás Aleferzuk quién también falleció, al igual que Basilicia Savinski de 14 años de edad que falleció el 19 de marzo y su tío Juan Melnik que había fallecido el día de la protesta y el cual no había participado de la misma, sino que estando realizando una mudanza en cercanías del Cementerio Viejo fue baleado.
Luego de producirse la protesta varios ciudadanos de Oberá enviaron el 31 de marzo un telegrama al gobernador Julio Vanasco preocupados por la situación existente. Los apellidos que se detallan, corresponden a personas reconocidas en la sociedad de Oberá y muchos de los cuales desarrollaban actividades económicas importantes.
Causas
Pero ¿Cuáles fueron las causas de la represión y la posterior persecución, e incluso violaciones, hacia los colonos?
Por una parte el origen étnico de los colonos implicaba una adscripción de tipo ideológica, en donde, según diversas fuentes los colonos que organizaron la marcha eran calificados como “comunistas”, “agitadores profesionales”, “agitadores extremistas”. Si bien no se puede descartar la posibilidad de que entre los colonos hubieran existido lideres comunistas y que habrían participado de la organización de la manifestación, no se registraron evidencias que así lo demostraran.
Lo cierto es que existía cierta hostilidad hacia los denominados “comunistas”. Hostilidad acentuada por un marco político nacional de fuertes rasgos autoritarios y nacionalistas y por cierto ambiente de pánico en Oberá, estimulado por la policía, a partir de ciertos rumores que hacía que los comerciantes creyeran verdaderamente que los colonos venían a asaltar el pueblo. Por otra parte, aún hoy y sin que existan pruebas para trazar los límites entre realidad histórica y la ficción, circula una versión que alude al hallazgo de una mujer muerta amamantando a su bebe. Realidad o ficción, ese relato se incluye entre los recuerdos asociados a la masacre. Asimismo, significativamente, ese hecho parece menos traumático que los que aluden a violaciones cometidas a las mujeres. Sobre estos hechos habla el silencio.
El 24 de abril de 1936 la prensa nacional y territorial difundió la resolución que había adoptado el juez Colman Lerner en relación a los implicados en la protesta, encontrando culpables y decretando sus detenciones al personal de policía de la comisaría de Oberá al mando de Leandro Berón y a los “particulares” o comerciantes que acompañaron a la policía para reprimir a los colonos. También fueron encontrados culpables los colonos considerados los organizadores de la protesta, Pedro Mowchan y Basilio Kowal a quienes se le aplicó la Ley de Residencia y fueron trasladados en noviembre de 1937 a la Capital Federal.
Conmemoración
Durante muchos años, la masacre de Oberá fue silenciada e incluso olvidada en la sociedad de Oberá. Recién en el año 1994 en la Terminal de ómnibus, docentes y alumnos, de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Misiones, llevaron adelante la elaboración del único “monumento” que conmemoraba la protesta. Un deteriorado mural que hace muy pocos meses ha desaparecido, ya que las paredes de la terminal fueron blanqueadas y con ésta actitud los irresponsables borraron la única marca de la memoria.
De ésta manera, la masacre continúa siendo silenciada, continúa siendo olvidada, siendo indiferente para muchos actores sociales. Por ello se debe saldar las cuentas con el pasado reciente, recordando, para que en el futuro nunca más vuelva a suceder hechos tan dolorosos y traumáticos en nuestra historia regional. Explorar y recuperar las memorias individuales y colectivas es necesario para tener presente que existieron otros protagonistas de nuestro pasadoy que ellos también construyeron y construyen nuestra historia.
Finalmente, no se puede olvidar a los colonos ucranianos, rusos y polacos que en el año 1936 perdieron la vida; a los colonos del Movimiento Agrario Misionero que durante la última dictadura militar fueron torturados y desaparecidos, tampoco se olvidará las luchas pasadas y presentes de aquellas voces que aún siguen siendo silenciadas.
Silvia Andrea Waskiewicz, Licenciada en Historia.
Notas:
El libro “La Masacre de Oberá, 1936”, fue editado por la Editorial Universitaria de la Unam en noviembre del 2002 y pertenece a la colección “Libros de la Memoria”.
También contó con la colaboración y el apoyo del Movimiento Agrario Misionero.
Opinión
La segunda masacre
Por Daniel Villamea
Una fría mañana, volviendo de Buenos Aires para las vacaciones de invierno, me desperté escuchando un llanto frágil pero cargado de angustia. En los asientos de adelante viajaban una chica que también es de Oberá junto a su abuela, que desde hacía muchos años vivía en Mar del Plata.
En un momento le pregunté a la chica ¿qué le pasa a tu abuela?, y me contestó: “Ella era chiquita cuando fue la Masacre de Oberá, y su papá y sus hermanos terminaron lastimados. Por eso cada vez que llega a la terminal y mira el mural se emociona mucho. Le duelen los recuerdos, pero está tranquila porque no se perdió la memoria”.
Desde entonces, cada vez que pasaba por la terminal me acordaba de esa abuelita y sus lágrimas. Y pensaba que del dolor también se aprende.
Pero bueno, los funcionarios actuales, esos mismos que cuestionan al juez de Posadas que falló a favor de los empleados municipales despedidos porque “no conoce la idiosincrasia de los obereños”, son los mismos que aparentemente desconocen la historia obereña.
Al anterior intendente le cuestionaban que llenó la Municipalidad de gente de Campo Ramón. Pero ahora, por más títulos que tengan, hay una invasión de funcionarios que inclusive son de otras provincias.
En realidad, los únicos dueños de la tierra son los aborígenes (originario del suelo en que vive, según el diccionario). Así que los obereños no somos lo dueños de Oberá, pero tenemos una historia que debemos cuidar.
Y por lo menos, si pretenden invocar la idiosincrasia local, los nuevos funcionarios deberían instruirse un poco más sobre nuestro pasado.
¿La masacre de la memoria? (*)
La decisión de pintar la terminal de ómnibus de la ciudad de Oberá, arrasó con el mural que recordaba uno de los hechos más dolorosos de nuestra historia regional: la protesta agraria de colonos que el 15 de marzo de 1936 marcharon junto a sus familias para reclamar un precio justo para sus productos.
Estos reclamos, que aún hoy forman parte de las reivindicaciones de nuestros productores, terminaron en una violenta represión bajo las órdenes del comisario Leandro Berón, quien contó con la colaboración de algunos empresarios, comerciantes y vecinos.
Los sucesos dejaron como saldo varios muertos, entre ellos una niña y un número indeterminado de heridos.
El hecho, que pasó a la historia como La Masacre de Oberá, fue rescatado en trabajos de investigación histórica y en expresiones artísticas y culturales; una de la cuales era el mural de la terminal.
La obra fue realizada por artistas durante el Primer Encuentro de Muralistas del Nordeste Argentino, organizado por la Facultad de Artes de esta ciudad.
Pero desde hace unos días, el mural dejó paso a una pared cuidadosamente pintada. El mural fue borrado.
¿Se borró también la memoria?.
Superado el impacto inicial y ante el silencio que siguió a ese hecho, nos preguntamos: quienes dieron las órdenes de borrar, ¿ignoraban toda esta historia? ¿Les importaba perpetuar la memoria? ¿Por qué esos pinceles que usaron para borrar, no fueron utilizados para restaurar?
Quienes asumen funciones en representación de los ciudadanos no pueden aducir desconocimiento de lo que constituye parte del patrimonio cultural, histórico y social de la comunidad.
La memoria colectiva tiene un papel significativo en una sociedad, porque contribuye al proceso de identificación, a la construcción del “nosotros”; y en una sociedad democrática es necesario que ese “nosotros” incluya la memoria de los distintos actores sociales.
La memoria de la masacre perdió su materialidad, pero para nosotros seguirá en la cabeza y los corazones de la gente, cumpliendo la función de recordarnos que hoy como ayer los misioneros tenemos una deuda interna con quienes con esfuerzo contribuyeron a construir esta provincia. Por ello, necesitamos que se pinten más murales para repudiar los crímenes cometidos; para testimoniar el dolor y el amor, la congoja y la rebeldía.
(*) El escrito lleva la firma de casi un medio centenar de artistas, docentes, dirigentes, historiados y profesionales de diferentes ámbitos de la comunidad de Oberá.
El Territorio, Posadas, 13.03.2004
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