Una historia de amor e integración: Sklodowska - Curie
La familia Sklodowska Curie nos da un ejemplo de integración más allá de las fronteras. Los dos prestigiosos científicos, María y Pierre, han demostrado que es suficiente con ser un hombre y una mujer para vivir juntos y formar una familia. A pesar de sus diversos orígenes compartieron el gusto por la investigación y su interés en el progreso de la ciencia. El amor quizás haya sido un estímulo para ellos.
A lo largo de la Historia se formaron muchas parejas con gente de diferentes nacionalidades. Para algunos fue amor, para otros una simple amistad sincera y durable. ¿Hay algo más noble y bello que estos sentimientos que han ayudado a vivir y atravesar las pruebas de la vida? ¿No es esto la integración?
Imagine, por un lado a un hombre joven, Pierre, nacido en París en 1859. Tenía una inteligencia precoz y un carácter independiente. Pierre Curie fue educado por su padre, jamás concurrió al colegio. A los 16 años se recibió de Bachiller y a los 18 obtuvo su licenciatura. Pronto se convirtió en jefe de trabajos prácticos en la escuela de física de París. Pero no era un hombre rico, vivía de sus trabajos científicos en cristalería, que lo llevaron a su primer gran descubrimiento científico. Con su hermano Jacques, descubrió la “piezo-electricidad”, que es la propiedad que poseen algunos cristales de producir electricidad.
A fines del siglo XIX Pierre ya era un físico muy estimado por sus pares, sobretodo en el extranjero, pero desconocido para el gran público. Estaba tan abocado a su trabajo que consideraba que sus actividades eran incompatibles con el matrimonio.
Imagine, por otra parte, a una joven nacida en Varsovia en 1867 con una inteligencia precoz también. A los 16 años había terminado sus estudios secundarios, pero como sus padres eran pobres a pesar de ser profesores, María debió trabajar pronto como niñera e institutriz.
Polonia estaba repartida entre sus vecinos y ella vivía bajo el poder ruso. Y como la mayoría de los intelectuales polacos, sus padres sufrieron la opresión de la terrible opresión de la policía zarista y ella misma vivió esta situación. María militaba por la independencia de Polonia y por una forma de socialismo que lógicamente estaba mal vista por las autoridades zaristas. Se trataba de educar al pueblo y enseñarle sociología, medicina, filosofía e historia Estas actividades eran perseguidas por la policía. La única manera de desarrollarlas era en la clandestinidad. De todas maneras, la Universidad no admitía mujeres.
María se reunió en París con su hermana Bronia, quien realizaba estudios de Medicina.
Ella prefirió la Física y excluyó de su vida al amor y el matrimonio.
Pero un día el señor Kowalski, profesor de física en Varsovia fue a París y recibió a Pierre y a María, cada uno expuso su trabajo en curso. Kowalski constató que la pasión que sentían por la ciencia creaba entre ellos una simpatía viva e inmediata.
La polaca había deslumbrado al francés por su inteligencia, su determinación, sus capacidades y por la falta de coquetería. Escuchémoslo: “ Me pareció muy joven, siendo que tenía unos 35 años. Quedé helado por la expresión de su mirada clara, su palabra un poco lenta y reflexiva, por su sencillez. Su sonrisa a la vez grave y joven inspiraba confianza. A pesar de la diferencia de nuestros países de origen, había entre su concepción y la mía un parentesco sorprendente, atribuible sin duda en parte a una cierta analogía en la atmósfera moral familiar en la que ambos había crecido.”
Ellos percibieron su pasión recíproca por la ciencia, esto creó una estima inmediata entre ellos, una admiración mutua, preludio habitual a la ternura y al amor que ellos habían decidido excluir de sus vidas. En julio de 1895 se casaron en Sceaux. Como regalo de bodas recibieron dos nuevas bicicletas con las que realizaron su viaje de luna de miel.
Después del casamiento la pareja consagró toda su vida a la ciencia. Un trabajo del físico Henri Becquerel los introdujo en el estudio de un misterioso fenómeno: la radioactividad que sedujo e intrigó a los Curie. Fue el inicio de un sueño que se fue desarrollando en un gris galpón de la calle Lhomond. Durante años trabajaron con un bajo presupuesto y con equipos e instalaciones rudimentarios para poner en evidencia las leyes de la radioactividad. La radioactividad, su origen atómico y sobretodo el descubrimiento de dos nuevos elementos: el Polonium (en homenaje a la patria de María) et le Radium. En 1902 María y Pierre lograron establecer que un decigramo de Radium tiene un peso atómico 225.
En junio de 1903 María presentó su tesis de Doctorado sobre sustancias radioactivas. La Academia de Ciencias de Suecia le dio el Premio Nobel de Física a María junto a Pierre y a Henri Becquerel. A partir de ese momento se reconoció la importancia de su descubrimiento y comenzó a vivir una gloria que siempre se llevó mal con su modestia.
El matrimonio siguió apasionado por sus investigaciones y rechazaron todas las oportunidades que se les brindó de enriquecerse con sus descubrimientos. Al contrario, le dieron a la ciencia y al mundo entero todos sus logros. Continuaron sus investigaciones y descubrieron que el radio cura la lepra, tumores et algunas formas de cáncer.
Fue el nacimiento de la curieterapia y luego de la cobaltoterapia.
El 19 de abril de 1906 Pierre Curie murió atropellado por un carro tirado por caballos en la calle Dauphine. Fue enterrado en el cementerio de Sceaux.
María continuó sola su tarea que había comenzado con Pierre. Su vida nunca fue fácil. Se la criticó por ser mujer, extranjera, católica, judía, extranjera, polaca, alemana, rusa... pero resistió. Educó a sus dos hijas, continuó trabajando para Polonia y para Francia, sus dos patrias. Recibió un segundo Premio Nobel.
Nunca dejó de amar a su Patria, ayudó a construir un instituto del radium en Polonia y al mismo tiempo les enseñó a sus hijas a amar a su propia patria, Francia sin por eso desconocer su origen polaco.
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