Paul Hollander: "Hay un antinorteamericanismo legítimo"
Víctima del totalitarismo comunista en su Hungría natal, el académico Paul Hollander ha consagrado su obra a comprender las ilusiones que despiertan el comunismo y su contrapartida, el antinorteamericanismo.
Sus orígenes, su obsesiva preocupación y su obra hacen de Paul Hollander un académico de prestigio internacional que lleva muchos años encabezando intelectualmente importantes batallas ideológicas. Sus grandes temas son, por una parte, las ilusiones que despiertan el comunismo y su crítica y, por otra, su contrapartida: el antinorteamericanismo y su crítica. En realidad, toda su obra gira alrededor de un solo tema: el porqué del rechazo a la sociedad democrática, individualista y capitalista, y el porqué de la fascinación por su supuesta alternativa, una sociedad no capitalista y colectivista.
No es de extrañar que esa haya sido su obsesión intelectual. Nacido en Hungría en 1932, se crió bajo el régimen comunista. Le prohibieron el acceso a una educación universitaria porque su abuelo había sido un empresario (un burgués). Por esa razón, él y su familia fueron deportados a una aldea. Y más tarde fue llamado a trabajar en los "batallones de construcción" porque se consideraba que era peligroso darle instrucción militar. Recién pudo escapar de Hungría luego de la revolución anticomunista de 1956.
En su libro "Los peregrinos políticos" usted describió muy mordazmente a todos aquellos que viajaban a Cuba y Nicaragua como si fueran verdaderas peregrinaciones religiosas. ¿Qué lo llevó a ese tema?
La idea de escribir el libro surgió de toda mi experiencia académica en Inglaterra y Estados Unidos, de haber conocido a tanta gente que no tenía interés en comprender los sistemas comunistas o que sentía por ellos una franca simpatía. Cuando empecé a escribirlo, a principios de los años 70, el número de sistemas comunistas parecía estar creciendo y no mostraban síntomas de debilidad. Utilizar escritos sobre viajes que reflejaran algunas de las concepciones más absurdas sobre ellos me pareció una buena forma de suministrar una perspectiva fuertemente crítica. Habiendo crecido en un sistema comunista estaba firmemente convencido de que en Occidente la gente, y especialmente los intelectuales, debían conocer más sobre esos sistemas y adoptar una posición mucho más crítica hacia ellos.
En su último libro, "The End of Commitment", usted narra las experiencias de antiguos comunistas y simpatizantes transformados en opositores y disidentes. En cierto sentido, ¿no trata sobre el destino ulterior de muchos antiguos peregrinos políticos?
Ciertamente. Se ha escrito muy poco sobre la desilusión con el comunismo. Hoy todo el mundo es antifascista. El nazismo y el fascismo son universalmente percibidos como ideologías malvadas. El anticomunismo, sin embargo, es mucho más controvertido. Quise contribuir a cambiar esa situación.
En ese libro hay testimonios del general Rafael del Pino, el escritor Carlos Franqui y el fallecido poeta Heberto Padilla. Para un gran sector de la comunidad cubanoamericana sigue siendo difícil comprender por qué tantos se volvieron simpatizantes de la revolución cubana y por qué tantos lo son todavía.
Los ideales comunistas atraen a todos los que encuentran poco atractivos y difíciles de soportar el individualismo, la competencia y el aislamiento social de las sociedades modernas, capitalistas y democráticas. Mi conocimiento de Cuba es limitado. Está basado en lecturas y lo que he aprendido de algunos amigos cubanos. Dicho esto, no me parece difícil comprender por qué tantos cubanos simpatizaron con la revolución a fines de los años 50. El régimen de Batista era una dictadura impopular y la revolución prometía muchos cambios, como siempre hacen las revoluciones. Castro era un líder dinámico y carismático, una figura romántica a los ojos de muchos cubanos y de muchos en el exterior. Actualmente, fuera de Cuba, el apoyo marginal que le queda se sostiene gracias a esa retórica anticapitalista y antinorteamericana que tantos intelectuales aprecian. Y quizás también a lo que queda de la mística revolucionaria de Castro. Es difícil evaluar el apoyo que sigue teniendo dentro de la isla. Pero no hay que olvidar que, tanto dentro como fuera de Cuba, es muy difícil renunciar a profundas creencias sostenidas durante mucho tiempo.
El antinorteamericanismo se ha convertido en una de las corrientes ideológicas más importantes del mundo, si no en la más importante. Su libro Anti-Americanism, Irrational and Rational , que muchos consideran su obra maestra, se publicó en 1992. ¿Por qué el título?
Mi intención básica era dejar bien claro que no todos los matices y variedades del antinorteamericanismo merecen ser totalmente rechazadas. Los sentimientos críticos hacia la sociedad y la cultura norteamericanas tienen fundamentos racionales y sólidos. Para todo el mundo, Estados Unidos, el capitalismo y la modernidad se encuentran íntimamente vinculados. Ahora bien, problemas endémicos de la modernidad como la decadencia de la solidaridad social, el crecimiento de la impersonalidad, de la burocratización, del aislamiento social y de pérdida del sentido de la vida, entre otros, nos afectan profundamente a todos, nos hieren en partes muy sensibles. Esto crea una disposición crítica hacia la sociedad que genera esos fenómenos. Y Estados Unidos ha sido el principal factor de su difusión en el mundo. La modernización (justificablemente llamada norteamericanización) ha sido un progreso, pero un progreso complejo y contradictorio.
A nosotros, de origen latinoamericano, nos cuesta trabajo comprender el término antinorteamericanismo aplicado a los propios norteamericanos. ¿Cómo es posible que los estadounidenses se conviertan en antinorteamericanos?
Gran parte de mi libro está dedicado a explicar el antinorteamericanismo de los estadounidenses. Aquí sólo puedo decir que hay varias explicaciones para este fenómeno. Una es histórica. La sociedad norteamericana siempre ha generado grandes expectativas y es fácil decepcionarse cuando las realidades no concuerdan con los ideales. Hay una gran cantidad de idealismo flotando en esta cultura. También es importante subrayar que el antinorteamericanismo en Estados Unidos se encuentra fundamentalmente entre los intelectuales y las personas en quienes influyen. Ahora bien, gran parte de los intelectuales está a la izquierda, no simpatiza con el capitalismo, y Estados Unidos es el símbolo más poderoso del capitalismo en el mundo. Por otra parte, como había dicho, el capitalismo se asocia con los problemas y las alienaciones de la modernidad. En Estados Unidos, estos aspectos de la modernidad también pueden explicar ese sentimiento de que prácticamente todo el mundo es una víctima, lo que, en sí mismo, es una forma de crítica social. Estas ideas se han propagado mucho en la sociedad norteamericana durante los últimos 25 años.
¿Cómo es eso?
El antinorteamericanismo nacional se diferencia de sus variantes extranjeras precisamente por darle voz a una "cultura de la víctima". Entre nosotros, se pretende echarle la culpa al orden social por todas las angustias y problemas de la vida. En las críticas internas a Estados Unidos es discernible la aversión a la modernidad, no tanto como una protesta contra la decadencia de los valores tradicionales sino como una expresión de angustia y de cólera ante una vida que es individualista, materialmente rica y secular (es decir, supuestamente "racionalista"), pero que no nos ayuda a encontrarle sentido a la existencia. Esto podría llamarse el antinorteamericanismo por una crisis de significado. En el exterior, el antinorteamericanismo se concentra en agravios concretos, en resentimientos por políticas económicas, injustas prácticas comerciales, insultos al orgullo nacional, subversión de tradiciones culturales, arrogancia política, presencia militar y otros problemas por el estilo. Insisto en que ciertas críticas a la influencia cultural estadounidense en el exterior reflejan aprensiones legítimas. Es el antinorteamericanismo racional. Pero hay otro antinorteamericanismo, que pretende echarle la culpa al capitalismo (también justificablemente identificado con Estados Unidos) de todos los males del mundo, desde el machismo y el racismo hasta la contaminación ambiental, las guerras y todos los conflictos internacionales. Es el antinorteamericanismo irracional. La mayor parte de mi libro está dedicado al análisis de este fenómeno.
Quisiera que abundara un poco más sobre este antinorteamericanismo irracional que predomina en el mundo.
Es un tema muy complejo e inclusive enigmático. En la segunda mitad del siglo XX, en muchas partes del mundo, Estados Unidos se ha convertido en un símbolo de la maldad política, de la injusticia social y de la corrupción cultural. La principal característica de este antinorteamericanismo es una disposición a creer lo peor sobre Estados Unidos. Y uno se pregunta, ¿cómo es posible que Estados Unidos, un país amigable y generoso, al que están desesperados por venir incontables millones de personas de todo el mundo, pueda haberse convertido en el objetivo de tanto resentimiento? Al estudiar este fenómeno uno descubre que en el mundo hay tres grandes tipos de antinorteamericanismo: el antinorteamericanismo como nacionalismo, el antinorteamericanismo como anticapitalismo y el antinorteamericanismo como protesta contra la modernidad. Pueden aparecer juntos o, con menos frecuencia, separados. No hay que ser un discípulo de Marx para reconocer que el capitalismo es una fuerza modernizadora.
Marx elogió mucho el papel modernizador del imperialismo británico en la India.
Por supuesto. De ahí que haya una lógica indiscutible en vincular la protesta contra el capitalismo con la modernidad. Es así como los problemas creados por la modernización se suman a las protestas nacionalistas. La norteamericanización -es decir, la difusión de los valores y estilo de vida estadounidenses que amenazan los valores y estilos de vida tradicionales- estimula un antinorteamericanismo defensivo en el mundo. Son los impulsos globales contramodernizadores, como alguien los llamó. Su más claro ejemplo está en el resurgimiento islámico en los países árabes y en Irán.
En la izquierda hay un cierto romance con el islamismo. ¿Son los palestinos los sustitutos de los antiguos regímenes comunistas que los antiguos creyentes adoraban?
Lo singular del actual coqueteo de la izquierda con los radicales islámicos es que sus tradicionales valores seculares chocan de frente con los de esos fanáticos religiosos que discriminan despiadadamente a las mujeres y los homosexuales y que practican los castigos más crueles contra los delincuentes, incluyendo la mutilación. Pero la razón de su atractivo es muy simple: son los más feroces enemigos de Estados Unidos y de Occidente. Los enemigos de mis enemigos son mis amigos.
Por Adolfo Rivero Caro
La Nación y El Nuevo Herald
El perfil
De Hungría al exilio
Nació en 1932, en Hungría, se crió bajo el comunismo y recién en 1956, tras la revolución anticomunista, pudo emigrar, primero a Gran Bretaña, donde estudió en la London School of Economics, y más tarde a EE.UU., donde se doctoró en Sociología por la Universidad de Princeton.
Trayectoria y obras
Profesor emérito de la Universidad de Massachussetts en Amherst, es autor de varias obras de análisis político, entre ellas Anti-Americanism: Irrational & Rational. Su último libro se titula The end of Commitment.
La Nación, Buenos Aires
04.03.2007
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