Un oso rojo

La operación rusa en Georgia hizo despertar los temores de una nueva Guerra Fría. Algunos dicen que es una exageración pero Washington y Moscú están llevando su retórica a terrenos cenagosos.

Georgia sigue bajo la sombra de Stalin...En un escenario para conciertos construído a fines de agosto en las ruinas de Tskhinvali, la capital de Osetia del Sur, el más prestigioso de los directores rusos tomó una bocanada de un aire perfumado de humo y levantó la batuta. Valery Gergiev, nacido en Osetia y padrino de la hija menor de Vladimir Putin, se lanzó así en una apasionada rendición de la Sinfonía Leningrado de Shostakovich, mientras las tropas rusas lo miraban desde sus vehículos artillados. Millones de rusos vieron esto vía satélite. Oficialmente, el concierto era un tributo a las víctimas de los combates en esa república. Pero para muchos rusos, el concierto estaba repleto de simbolismo político. Para aquellos que le prestan atención a esas cosas, era un reflejo de la rendición de Leonard Berstein de la Novena Sinfonía de Beethoven frente al caído muro de Berlín en diciembre de 1989. Gergiev estaba tocando para los surosetos muertos, sin duda, pero para muchos también estaba marcado el simbólico final del retiro ruso que siguió a la Guerra Fría. Y, aún más, el triunfalismo que siguió a la repentina invasión a Georgia a comienzos de agosto, sugiere que después de 20 años de humillación, Rusia por fin recuperó lo que venía buscando desde hace tanto: respeto. “No deseamos agravar la situación internacional”, dijo el presidente ruso, Dmitry Medvedev a un grupo de veteranos del Ejército Rojo en Kursk. “Simplemente queremos respeto para nuestro estado, nuestra gente y nuestros valores”.

Por actitudes como esa, la frase “nueva guerra fría” se ha vuelto inmensamente popular. El último año apareció, junto a Rusia, 1.861 veces en las principales publicaciones del mundo, de acuerdo a la base de datos Lexis-Nexis. En los cinco años entre setiembre de 2001 y setiembre de 2006, apareció solo 1.062 veces.
“Guerra fría”, el concepto siempre ha sido esquivo. Por ejemplo, definir el comienzo y el fin de la vieja Guerra Fría es motivo de discusión. ¿Comenzó con Stalin? ¿Con Lenin? ¿O con la construcción de la cortina de hierro en Europa al final de la Segunda Guerra Mundial? ¿Y cuándo terminó? ¿Con los acuerdos de Helsinski en 1973 o con el glasnost y la perestroika de Mijail Gorbachov? Los historiadores podrán dilucidarlo alguna vez, pero una definición directa podría ser que la Guerra Fría fue una época de rivalidad, tanto militar como ideológica, entre dos superpotencias mundiales. Comenzó con el puente aéreo de Berlín en 1948 y se desintegró en la década de 1980.

Y ahora un término que parecía tan pasado de moda vuelve a ser el recurso de analistas perezosos y políticos atemorizados. ¿Pero esto tiene algo de sensatez? Rusia podrá cortejar a Venezuela e Irán, y negarse a votar una condena a Zimbabwe en las Naciones Unidas, pero los días de aquellas guerras con testaferros en países lejanos son, claramente, cosas del pasado. El desacuerdo de Occidente con Rusia es mayormente un conflicto regional acerca del futuro del ex imperio soviético en Europa, no una lucha titánica por el futuro del mundo.
La razón es simple: Rusia está demasiado débil como para un combate global. La Unión Soviética podía, al menos, pretender ser una superpotencia: Rusia, no. Asociada con China sería, quizás, capaz de formar una alianza antioccidental seria. Pero eso no parece posible.
Como señala Andrei Piontkovski, un informado comentarista ruso, una alianza entre Rusia y China, sería como una entre un conejo y una boa constrictor, con Rusia haciendo el papel del roedor. Incluso en armas nucleares, Rusia no compite con Occidente. Y en cuanto a arsenales más convencionales, cualquier adversario más grande que Georgia le presentaría problemas.
Y la clara división ideológica también se ha perdido. Rusia no predica una ideología mesiánica que atrae a fervientes creyentes alrededor del planeta. Los occidentales que simpatizan con el Kremlin moderno son una mezcla de financistas amorales, anti-estadounidenses, aislacionistas y anti-capitalistas. Si alguna vez coinciden en un mismo sitio, el desagrado mutuo se haría notar al instante.

Rusia, además, está integrada a Occidente en términos financieros, culturales y de negocios de una manera tan extendida, inconcebible en tiempos soviéticos. Millones de rusos viajan al extranjero. Para todos, excepto para un minúsculo grupo de opositores determinados, Rusia es una sociedad abierta, en la que los ciudadanos pueden vivir su vida como se les antoje.
Pero, a pesar de todo eso, todo esto de una “nueva Guerra Fría” podría no ser tan absurdo. Los eventos históricos nunca se repiten con toda precisión. La actual era de confrontación con Rusia es nueva y diferente y muy incómoda para aquellos que creían fervientemente en una nueva era de paz perpetua.
Las similitudes merecen ser nombradas. El escenario principal es el mismo: los países del centro y el este de Europa. En aquellos días bregaban por librarse del imperio soviético. Ahora pelean para no ser succionados por una versión light de aquel imperio basada, en su mayoría, en la influencia económica, en lugar de la ocupación militar.
Podría parecer trasnochado hablar de bloques en Europa pero están emergiendo tan claros, aunque menos ideológicamente, que aquellos que existían en ambos lados de la cortina de hierro.

El sueño se acabó
“La Guerra Fría se terminó”, dijo el presidente de Estados Unidos, a mitad de agosto, pero en realidad una nueva era de enemistad entre Estados Unidos y Rusia estaba empezando a emerger.
La ofensiva militar rusa en Georgia hizo trizas, algunos creen que de manera irreversible, los esfuerzos de tres administraciones estadounidenses por empujar a Rusia a una alianza con Occidente y a una integración de sus instituciones. Desde el punto de vista ruso, esos esfuerzos nunca fueron del todo sinceros o respetuosos de sus propios y legítimos intereses políticos y de seguridad.
Pero Rusia también tiene sus culpas en el asunto y recuperar algo del viejo prestigio fue uno de los principales objetivos de los dos mandatos de la presidencia de Vladimir Putin. Desde que llegó al poder en 2000, Putin, ahora primer ministro, ha soñado con revertir el declive del poder ruso sobre su propio patio trasero. Pero mientras ha manejado el asunto por lo alto, trayendo de nuevo la retórica imperialista de los soviéticos y la rusa zarista, el poder ruso, en realidad, se ha ido encogiendo. Entre 2000 y 2004, los regímenes pro-Moscú en Ucrania y Georgia fueron remplazados por regímenes pro-occidentales. La OTAN se expandió para incluir a los Bálticos en una clara violación de las garantías de seguridad que el predecesor de Putin, Boris Yeltsin, consiguió a mediados de la década de 1990. Y Rusia se ha mostrado incapaz de detener a Estados Unidos en su intención de instalar radares de misiles defensivos y baterías de misiles en Polonia y la República Checa.

La guerra en Osetia del sur, entonces, trató de marcar la cancha contra futuras expansiones de la OTAN y enviar un claro mensaje a Ucrania, Georgia y Europa de que Rusia no se va a dejar prepotear. Y cuando los tanques rusos entraron en Georgia, los vecinos entraron a tomarse más en serio las amenazas. Ellos supieron, antes que nadie, que esa Rusia golpeada, manoseada, que dejó el fin de la Guerra Fría, se estaba despertando con su afán imperialista intacto.
Además, convencida de que los días de un mundo unipolar y centrado en Washington están muertos y enterrados, Rusia cree que tiene un lugar privilegiado en el cambiante mundo multipolar. “El G8 prácticamente no puede funcionar sin Rusia”, dijo Medvedev a la televisión italiana. “Es por eso que no tememos que nos expulsen”. Sobre el congelamiento de los vínculos de la OTAN con Rusia, remarcó: “No vemos nada dramático o dificultoso en cortar nuestras relaciones…pero creo que nuestros socios tienen más que perder que nosotros si eso pasa”. No lo mencionó pero se refería a la necesidad de la OTAN de que Rusia siga prestando sus tropas para Afganistán.
“Con sus acciones, Rusia ha dañado su credibilidad y sus relaciones con las naciones del mundo libre”, dijo Bush en medio del conflicto en el Báltico. “La prepotencia y la intimidación no son formas aceptables de la diplomacia en este siglo XXI”.
El presidente estadounidense dejó claro que, podrá no haber Guerra Fría pero sí hay una línea entre países libres y no libres, y puso a Rusia del lado opuesto al suyo.

Toda esa retórica, en todo caso, es parte una serie de síntomas de un revitalizado enfrentamiento entre los dos rivales más encarnizados de la segunda mitad del siglo pasado.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas retrocedió a una estructura similar a la de la vieja guerra fría, con vetos rusos y estadounidenses que bloquean acciones significativas sobre Georgia y otros temas. Aunque Rusia y Estados Unidos continuarán negociando por necesidad, como lo hacían cuando eran las dos únicas superpotencias, la cooperación y la colaboración -aunque limitada en épocas recientes- ahora aparecen aún más remotas en asuntos como el programa nuclear de Irán.

La ofensiva rusa, la primera fuera de su país desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, ha cristalizado un realineamiento que ya se está dando en Europa central y del este. Y también fuerza un cambio de senda de la estrategia estadounidense hacia Rusia, como dijo la semana pasada el secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert M. Gates.
Estados y Unidos y Polonia que venían hacía meses negociando la instalación de los interceptores estadounidenses de misiles, rápidamente superaron los detalles y autorizaron el plan, ante la ofensiva rusa. La Casa Blanca desestimó sus reparos a enviar misiles Patriots que defenderían a Polonia en caso del ataque de, presumiblemente, Rusia. Un general ruso, le dio veracidad a los peores miedos polacos, cuando dijo que Polonia había conseguido meterse en la lista de blancos del arsenal nuclear ruso.
Algunos analistas cuestionaron, a raíz de esas derivaciones, la pertinencia de la agresiva respuesta del presidente Bush a la incursión rusa en Georgia.
“Lo que me preocupa de este episodio es que Estados Unidos ponga en riesgo la cooperación rusa en diversos temas por una disputa que involucra escasos intereses estadounidenses”, dijo al New York Times, Ted Galen Carter, vicepresidente de política exterior y defensa del instituto Cato en Washington.
“El pueblo de Georgia se puso del lado del mundo libre”, dijo el presidente Bush desde el salón oval de la Casa Blanca. “Y no los dejaremos solos”.
Pensar que el presidente Bush supo decir que había visto bondad en los ojos del por entonces presidente Putin, quien podrá haber dejado el cargo pero es aún quien manda en Rusia. Esa visión más dura del trato que merece Moscú es compartida por el vicepresidente, Dick Cheney, y por el candidato republicano, John McCain.

Rusia también tiene sus ambiciones de un vínculo más riguroso con Washington. La guerra en Irak dejó a los rusos con la sensación de molestia por lo que vieron como un descontrolado ejemplo de unilateralismo estadounidense. Pero el avance occidental en territorios que consideran propios (incluyendo la independencia de Kosovo de Serbia), los tiene muy irritados.
Rusia ha usado sus recursos petroleros y de gas natural para reconstruir su aparato militar después del desastre de la década de 1990. Rusia ha reiniciado sus acciones militares con bombarderos de largo alcance y vuelos de vigilancia probando el espacio aéreo de Estados Unidos y la OTAN.
Así, no importa cuánto los estadounidenses juren y perjuren que la OTAN está enfocada en otras amenazas, para Rusia siempre es una fuerza enemiga. Y no importa cuántas veces, Estados Unidos jure y perjure que los sistemas de misiles sean para defender a Europa de Irán y otros países, son una amenaza existencial para la avejentada y disminuida capacidad nuclear rusa. Ambos temas son vistos por Rusia como remanentes de la política estadounidense de Guerra Fría.

El humor en la OTAN es notoriamente más beligerante que en la Unión Europea. Un jerarca dijo que se terminaron los días en que discutir cualquier amenaza militar rusa era considerado un tema tabú en el plan de contingencia de la organización. Cuando los ministros de Defensa de la OTAN se reúnan el jueves en Londres, la cuestión de cómo defender a los miembros existentes, principalmente los estados del Báltico que son débiles, pequeños y tienen frontera con Rusia estarán en la agenda. Estonia, Latvia y Lituania se unieron al bloque en 2004, cuando esas preguntas eran despreciadas por demasiado teóricas como para preocuparse por ellas (o demasiado provocativas para considerarlas). Hoy son inevitables.
El ex presidente soviético, Mihail Gorbachov, en una entrevista reproducida esta semana por El País, aseguraba que el escudo antimisiles estaba dirigido a Rusia y que Georgia actuó envalentonada por Estados Unidos.
Tal vez sea que Rusia, como China, descubrió que si se es rico es menos probable que el mundo obstaculice su camino.

Ambas partes se burlaron del presidente Bush por su aparente impotencia. Los neoconservadores estadounidenses quedaron consternados al ver las fotos del presidente y Putin riéndose en Beijing mientras las fuerzas rusas se concentraban en la frontera de Georgia. Para un presidente que ha convertido la exportación de la democracia en su doctrina registrada, ese momento resultó un verdadero paso de comedia, según los defensores de la línea dura.
Otros argumentaron que se trató de una crisis que Bush alentó tácitamente al aceptar al bravucón presidente de Georgia como amigo y candidato para la OTAN. Posiblemente impulsado por los reclamos de los neoconservadores y la agresiva retórica contra Putin del senador John McCain, Bush despachó un envío de ayuda humanitaria. Y para el fin de semana, reinaba una helada atmósfera de Guerra Fría.

Pero esta desdichada situación no afecta solamente a Bush. El tema de cómo enfrentar estas revigorizadas autocracias también aqueja a los europeos, y seguramente ocupará un lugar prominente entre los temas más complejos del legado que recibirá el sucesor de Bush.
Esta vez no se trata (aún) de la amenaza de un apocalipsis nuclear que limita las opciones de Occidente respecto de nuestros envalentonados rivales del Este.
Los chinos, de hecho, actúan como si ya estuvieran más allá de la etapa de bravuconería que caracteriza a una potencia emergente: desbordan de gestos diplomáticos hacia Taiwan y Japón y despliegan, en cambio, todo el poder del capital.
Los rusos tal vez estén en una etapa de desarrollo más adolescente y agresiva, pero Putin también prefiere ejercer su influencia económica, al intimidar y extorsionar con el petróleo. Mientras tanto, Estados Unidos está empantanado en Irak y Afganistán, distanciado de gran parte del mundo y desangrado por crisis económicas en serie.
Las luchas ideológicas entre capitalismo y comunismo han sido remplazadas por un choque de valores: ¿son la libertad de prensa y una oposición que pueda ganar elecciones partes indispensables de una economía moderna? Occidente dice sí; Rusia, no. Y por esa clase de cosas es que se inician las guerras frías.

Una batalla virtual y otra en el terreno
El 20 de julio, semanas antes de la invasión rusa a Georgia, el ciberataque ya había empezado. Virus rusos se habían apoderado de miles de computadoras alrededor del mundo, dirigiéndolas a bloquear sitios web georgianos incluyendo las páginas de la presidencia, el parlamento, la cancillería, agencias de noticias y bancos, que cerraron sus servidores a la primera evidencia de un ataque para impedir el robo de identidades. Por un rato, el sitio web del Parlamento quedó tapado por una imagen que comparaba al presidente de Georgia. Mikheil Saakashvili con Adolf Hitler. Este no fue el primer asalto cibernético ruso -eso fue contra Estonia en abril de 2007- pero sí fue la primera vez que se lanzó un ataque por internet en paralelo con un ataque en el terreno.

Venezuela ya escogió su bando
Imagen de un bombardero TU-160Dos bombarderos de la aviación estratégica rusa Tu-160 llegaron a una base militar del norte de Venezuela con el fin de realizar “vuelos de entrenamiento”, anunció el presidente Hugo Chávez, quien planeaba pilotar uno de ellos. Esto coincide con la polémica suscitada por las maniobras que las marinas rusa y venezolana realizarían en noviembre en aguas venezolanas, un hecho inédito en América Latina. Chávez mostró su apoyo a Moscú en sus asuntos con las ex repúblicas soviéticas. Chávez consideró que lo que debe despertar temor entre los venezolanos es la llegada de la IV Flota estadounidense al Caribe pero lamentó que sus adversarios “no digan nada” en este caso ni tampoco cuando los “yanquis instalan bases en países muy cercanos a Venezuela” como Curazao, o hacen maniobras en Guyana.

La energía de Europa en peligro
Buena parte de la preocupación que Europa mostró ante la invasión de Rusia a Georgia se debió al petróleo y el gas. Es que la acción puso en peligro la ruta más importante por la que transita petróleo y gas desde el mar Caspio. Esa ruta abastece a Europa con más de un millón de barriles de petróleo por día y con el 26% del gas natural del continente. En el punto más alto del conflicto más de 50 misiles rusos apuntaban directamente al oleoducto más importante (llamado BTC) ya que corre por la capital de Azerbayán hasta el muerto mediterráneo de Ceyhan en Turquía. Otros misiles colocados a 100 metros de uno de los escapes de este oleoducto podrían haber causado una explosión de grandes dimensiones. newsweek.

Las guerras de las hamburguesas
Thomas Friedman elaboró en 1996 una teoría llamativa: los países con locales de McDonald`s no irían nunca a la guerra entre sí. El periodista y escritor estadounidense -columnista del New York Times y tres veces ganador del Pulitzer- basaba su teoría en la siguiente premisa: si un país tiene una cadena de locales de la famosa hamburguesa, entonces ahí existe una clase media lo suficientemente grande como para que ese país haya alcanzado un nivel de prosperidad e integración internacional que hace cualquier plan de guerra inviable. “A la gente en países con McDonald`s no le gusta la guerra, prefieren hacer la cola mientras esperan por su combo”, decía Friedman. La teoría duró hasta que los tanques de Rusia, país con locales de McDonald`s entraron en territorio de Georgia, que también tiene cadenas de hamburgueserías. Fue así la primera guerra entre dos naciones seducidas por la Big Mac.

Rusia se defendió
Por Sergey Lavrov (*)
Está de moda ver el papel ruso en Osetia del Sur a través del prisma de la Guerra Fría, con la invasión soviética a Checoslovaquia en 1969, como modelo. Pero esas interpretaciones son un disparate. Ignoran la historia reciente de la región. Ignoran los grandes pasos que Rusia dio desde el colapso de la URSS. E ignoran lo más básico de la situación actual: que el 8 de agosto, Georgia lanzó un ataque militar que mató a cientos de activistas por la paz y civiles, creando un desastre humanitario que dejó más de 30 mil refugiados. Seamos claros: el involucramiento de Rusia en Osetia del Sur no es un tema de ideología. Ni un intento de cambiar el régimen en Georgia. Y menos se trata de recuperar las fronteras de la Unión Soviética. Se trata de restaurar una paz frágil. (...) A aquellos que añoran la Guerra Fría, les encanta comparar la defensa de Rusia de sus trabajadores de la paz y de civiles inocentes con las agresiones soviéticas del siglo pasado. La Guerra Fría se terminó hace tiempo, la URSS es un recuerdo que se desvanece. Como Estados Unidos sabe, una nación debe defenderse cuando es atacada. Ninguna nación que se respete puede hacer menos que eso.
(*) Canciller ruso. La nota fue publicada en Newsweek.

Mitos rusos 1
Putin es el gran ganador de la incursión en Georgia. Sí, Putin mostró quién es el qué manda en Rusia, y el presidente Medvedev quedó relegado. Y sí, Putin consiguió el apoyo unánime de la Duma para la invasión y anexión de partes de Georgia. Pero unió a Europa tras años de división creada por Bush. Putin no consiguió ni el apoyo de su aliado, China.

Mitos rusos 2
Regresó la guerra fría. El conflicto en Georgia fue una guerra sin ideología y del sistema capitalista. Mientras Georgia intenta ser una sucursal del capitalismo transatlántico, y Osetia del Sur es un capitalismo militar-mafioso, Rusia adoptó una forma de capitalismo nacionalista y estatista que encaja justo en la generación de ex agentes de la KGB como Putin.

Mitos rusos 3
Rusia es humillada desde 1989. De hecho, ningún otro ex enemigo de Occidente ha sido más bienvenido. Rusia ingresó en el G7. Los inversionistas fueron a Rusia. Bush, Blair y Schroeder elogiaron a Putin cuando asumió en 2000 y durante años, los líderes occidentales hicieron la vista gorda al asesinato de periodistas y los crímenes de guerra en Chechenia.

Mitos rusos 4
Occidente no ve a rusia como un igual. En realidad, es Rusia que es incapaz de tratar a otros países como iguales. Con una economía que es más chica que la de México o Corea del Sur, Rusia no ha aprendido que todos los estados, sin importar cuán irritantes sean, tienen que ser tratados con respeto. Rusia le sigue negado ese trato a Polonia o Georgia.

Mitos Rusos 5
Occidente quiere acorralar a Rusia. ¿Puede una nación cuyos límites van desde Europa hasta Japón y China ser acorralada? Rusia es la única nación autorizada para tener misiles antibalísticos en torno a su capital. Polonia, o los estados bálticos, podrán albergar hostilidad hacia Rusia, pero no por eso invadirán el país.

Mitos rusos 6
Osetia del sur es lo mismo que Kosovo. Los kosovares querían los mismos derechos que otros pueblos de la antigua Yugoslavia, y consiguieron crear una sociedad civil pacífica que se liberó de Belgrado. La idea que Rusia no hubiese desplegado sus tropas si la independencia de Kosovo se hubiese demorado aún más no es tomada en serio por nadie.

Mitos rusos 7
El próximo presidente de Estados Unidos será más amable con Rusia. John McCain ha dicho que cuando mira a Putin a los ojos ve tres letras: K-G-B. Y el compañero de fórmula de Obama es un halcón en materia de política exterior. Sea quien sea el que ocupe el Salón Oval luego de noviembre, la política de Estados Unidos hacia Rusia no cambiará.

Mitos rusos 8
Europa está dividida. El Consejo de la Unión Europea sorprendió a todos cuando votó la suspensión de las negociaciones con Rusia para un acuerdo de colaboración. Desde la izquierda a la derecha, las reacciones han sido de rechazo hacia la agresión rusa. El único jefe de estado europeo que defiende a Putin es, algo sorpresivamente, el italiano Silvio Berlusconi.

Mitos rusos 9
No hay nada que europa pueda hacer. Sí que lo hay. Parlamentarios del Consejo de la UE ya pidieron que se suspenda la membresía rusa. Y si Putin se niega a retirar las tropas de Georgia, los integrantes europeos del G7 también pueden suspender a los rusos en ese organismo y enlentecer el ingreso de Rusia a la Organización Mundial de Comercio.

Mitos rusos 10
Rusia controla la energía de Europa. Es verdad, hasta cierto punto. Cuando Rusia corta el gas o el petróleo, los países europeos entran en pánico. Varios países de la UE están estudiando cambiar sus matrices energéticas por la preocupación que generan los caprichos del Kremlin. Rusia puede estar impulsando una unidad inédita entre los países de la UE.

The Economist, Newsweek, The New York Times
13.09.2008



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