El coronel Roca, arrepentido

Por la única sentencia de muerte que firmó en su vida fusilaron al inocente paisano Cabituna. Las luchas civiles que sacudieron a la Argentina a lo largo de todo el siglo XIX provocaron mayor cantidad de muertes y desastres que las guerras exteriores en las que se vio envuelto el país. La crueldad y el ensañamiento fueron moneda corriente, como si destruir al hermano que pensaba diferente hubiera constituido un mandato ineludible. El horror de los enfrentamientos entre unitarios y federales, en que abundaron los degüellos y todo tipo de vejaciones, no fue sino un antecedente de otros episodios deplorables ocurridos más tarde. Al estallar la rebelión nacionalista de 1874, en Río Cuarto, ocupada por las fuerzas rebeldes del general José Miguel Arredondo -que se alzó en Cuyo contra el presidente Sarmiento mientras el general Bartolomé Mitre lo hacía en la provincia de Buenos Aires- y después reconquistada por las fuerzas nacionales, el teniente coronel Salvador Maldonado mató a sangre fría al teniente Villamayor, con quien se había trenzado en una disputa acusándolo de traidor.

Julio A. Roca, años después de este episodio,cuando ya era generalNo dudó en correr hacia donde estaba atado su caballo, sacó de la pistolera un revólver de grueso calibre, lo esperó junto a un tapial cuando intentaba alejarse por consejo de sus camaradas y le atravesó el cráneo. Se trataba de un joven oficial de brillante porvenir.
Durante aquella misma contienda fratricida, fue asesinado el general Teófilo Ivanowsky. El héroe de muchos combates cayó atravesado por las balas mientras le gritaba en su media lengua germana al comandante de la partida: “¡No me rindo, chancho, no me rindo!” El paisano de apellido Cabituna -no se conocen más señas- llegó al campamento del coronel Julio Argentino Roca en La Dormida, montado en un espléndido pingo colorado y bien enjaezado. Dice Ignacio H. Fotheringham: “Llegó al campamento un paisano alto, lindo tipo de gaucho, elegante y altivo. Venía, decía, de Mendoza. Lo enviaba de chasqui el gobernador Civit. De la herradura sacó un papelito bien doblado y lo entregó al coronel Roca”. Con el joven y sagaz jefe, a quien ya algunos apodaban El Zorro”, se encontraban Arístides Villanueva e Isaac Chavarría, hombres conspicuos de la política mendocina, quienes contemplaron al recién llegado “con aire de recelo y desprecio”. Enseguida se corrió la especie de que era un “gaucho ladino, travieso e intrigante”.

Bastó ese juicio para que se lo considerara traidor. “Afirmaron que era imposible que llegase de Mendoza con caballo tan fresco; el papelito sin una mancha: un traidor enviado por Arredondo, un espía en plena convicción de criminal tentativa”.
Roca, que pensaba dos veces las cosas, que difícilmente se dejaba influir y jamás había querido firmar una sentencia de muerte, se convenció de que Cabituna era culpable y debía pagar frente a un pelotón de fusilamiento. Quizá pensó en que por haberse producido centenares de deserciones, sus hombres necesitaban experimentar la tremenda pedagogía de la sangre.
Mandó formar un consejo de guerra sumarísimo, “sin más testigos que decíres, sin más prueba que un buen caballo resistente, un mensaje bien escrito y un gaucho de mala fama”.
Fotheringham sugirió que se matase al caballo para saber si había comido o no recientemente, ya que su dueño juraba que hacía más de veinte horas que marchaba alejado de los caminos para no ser descubierto. Si se hubiera seguido ese temperamento, se habría salvado una vida.

Pero el consejo votó apresuradamente, “sobre el parche del tambor”, por el fusilamiento. Al ser notificado, Cabituna sólo contestó: “Matan a un inocente”. Antes de emprender la marcha hacia Santa Rosa, lo ubicaron a la cabeza de la columna, sonaron las cajas en fúnebre redoble y se oyó la voz seca de un oficial que ordenó: “¡Preparen! ¡Apunten! ¡Fuego!”. El paisano cayó atravesado por las balas y todo el ejército desfiló en silencio ante sus despojos.

Cuando Roca llegó a Mendoza, el gobernador Civit ratificó lo dicho por Cabituna. El había enviado el mensaje y le había dado órdenes de marchar con un buen flete por sitios donde no pudiera ser visto. El coronel se sintió hondamente tocado.
Pocos días más tarde, vencía completamente a Arredondo en Santa Rosa y recibía el grado de general sobre el campo de batalla. Al frente de sus hombres volvió a la ciudad cuyana y se apresuró a visitar a la viuda de Cabituna, a quien le expresó su profundo pesar y le dio dos mil pesos, magro consuelo para quien había perdido a su compañero.

Lo sucedido dejó honda huella en el espíritu de Roca, quien a lo largo de su existencia -dos veces presidente y en varias ocasiones jefe superior de fuerzas militares en campaña- jamás puso un cúmplase en una sentencia de muerte.

Por Miguel Angel De Marco
Para La Nación - Buenos Aires, 2002

El autor es presidente de la Academia Nacional de la Historia; este artículo será incluido en el libro Soldados y poetas , que la editorial Emecé publicará próximamente.

Publicado en La Nación, Buenos Aires
Suplemento Cultura, 08.12.2002


Cartas de Lectores de La Nación sobre Teófilo Iwanowski

Carta Nº1: 7 de enero de 2003

La verdad histórica

Señor Director:

“Hago referencia al artículo “El coronel Roca, arrepentido” aparecido en la sección Cultura de la edición de La Nación del 8/12/02.
“En él, el autor Miguel Ángel de Marco hace notar que “las luchas que sacudieron a la Argentina a lo largo de todo el siglo XIX provocaron mayor cantidad de muertes y desastres que las guerras exteriores en las cuales se vio envuelto el país” (sic).
“Entre los ejemplos de los que murieron en las guerras civiles indica que “... fue asesinado el general Teófilo Ivanowsky”, quien cayó atravesado por las balas mientras le gritaba en su media lengua germánica al comandante de la partida: “¡No me rindo, chancho, no me rindo!” (sic).
“Quisiera comentar que los gritos seguramente fueron proferidos por el general en su media lengua polaca, no germana, ya que Teofilo Iwanoswski (escrito dos veces con w e i latina final) era polaco. Este hecho fue reconocido por
La Nación en su edición del 22 de octubre de 1944, en ocasión de comentar la edición del libro “Los polacos en la Argentina” del señor Estanislao Pyzik.

“En el siglo XIX, Polonia no existía como país independiente ya que su territorio estaba repartido entre sus tres poderosos vecinos: Prusia, Rusia y Austria.
El general Iwanoswski llegó a la Argentina, exiliado, tres años después de un fracasado levantamiento del pueblo polaco contra los opresores, en el año 1848.
“Aquí participó en distintas guerras y, como justamente lo indica el autor, fue héroe de muchos combates. Siempre sirvió con honor al país que lo cobijó, pagando esa lealtad con su vida.”

Andrés Jezierski


Carta Nº2: 24 de enero de 2003

El origen Ivanowsky

Señor Director:

“El 7 del actual leí en la sección Cartas de lectores una del señor Andrés Jezierski titulada "La verdad histórica", en la que habla de Teófilo Ivanowsky como de origen polaco. El fue uno de los tantos e interesantes personajes que participaron en el siglo XIX en las turbulencias políticas de nuestro país, pero lamento decirle que está mal informado con respecto a la nacionalidad de nuestro héroe y me valgo para ello por lo que al respecto dice mi abuelo materno, el general de división Ignacio Fotheringham, en su libro "La vida de un soldado o reminiscencias de las fronteras", Edición Kraft 1908, páginas 330 y 332.

“"Era alemán y no polaco, como muchos suponían. Ingresó en el ejército en Azul como enganchado del 3 de Línea, que mandaba entonces el teniente coronel Ignacio Rivas.
“"Un soldado de la tercera compañía, Teófilo Ivanowsky, había desertado. El capitán de la compañía insinuó a su jefe que para no hacer figurar un desertor que siempre es bochornoso para un cuerpo, podría darse de alta a este soldado nuevo con el nombre del huido y al mismo tiempo éste recibiría los sueldos atrasados y devengados del otro como una pequeña compensación por un cambio de nombres, y así fue que Karl Reichert tomó el apellido del desertor Teófilo Ivanowsky y bajo este nombre llegó a ser general de los ejércitos de la República, terminando su brillante carrera asesinado por orden de Arredondo."

“Creo que ésta sería la verdad histórica número II.”

Isabel Castellano Fotheringham


Carta Nº3: 9 de febrero

Teófilo Ivanowsky

Señor Director:

“Recientemente se han pubicado en la sección Carta de lectores dos textos con referencia al general Teófilo Ivanowsly. Al margen de los interesantes comentarios expuestos, creo oportuno recordar un episodio de 1874 que condujo a la muerte del oficial aludido, jefe de la guarnición militar en Villa Mercedes, provincia de San Luis, mientras ejercía la presidencia Domingo F. Sarmiento.

“Los avances tecnológicos vislumbrados por el presidente argentino en sus viajes por el exterior lo habían llevado a promover la idea de la difusión del telégrafo en todo el territorio nacional. Sarmiento defendía la creencia de que el “hilo” de los campos argentinos -tanto de los alambrados como el de los telégrafos- contribuirían a transformar el país, dando paso al progreso y ampliando las fronteras de la educación y la cultura. Sarmiento argumentaba que la “ciencia y la técnica acabarían con la soledad, la ignorancia y el desorden”. Consecuentemente, durante su presidencia impulsó la creación de una vasta red telegráfica de importancia internacional. El telégrafo de Villa Mercedes formaba parte del tramo que, partiendo de Villa María y pasando por Río Cuarto, se extendía hasta la región cuyana y cruzaba la cordillera hacia Chile, línea inaugurada por Sarmiento en 1872.

“El general José Miguel Arredondo que había sido pasado a retiro el año anterior por sus actitudes golpistas, se apoderó de la estación de comunicación citada y amparado en la argucia de hacerse pasar por Ivanowsky -gracias al telégrafo- transmitió información falsa a Buenos Aires, sumándose así a la revolución desatada contra Sarmiento. De inmediato, Arredondo ordenó arrestar a Ivanowsky, que ignorante de lo que sucedía permanecía en su alojamiento. Ivanowsky no quiso rendirse y al trabarse en lucha cayó muerto por balas rebeldes.

“Es así como el telégrafo, en la ocasión narrada, jugó en contra de su propulsor Sarmiento y la barbarie política pudo más que la civilización técnica: quedó trunca la vida de un valioso soldado al que Sarmiento apreciaba por su lealtad, como resultado de una telecomunicación engañosa. Un modesto mausoleo en el cementerio de Villa Mercedes incluye una placa que dice así: Al general Ivanowsky, la República agradecida.“

Ing. Horacio C. Reggini


Carta Nº4: Jueves 13 de febrero

Duda

Señor Director:

“Con sumo interés he leído la carta del ingeniero Horacio C. Reggini, publicada en Cartas de lectores en la edición del 9 de febrero, en la cual aporta interesantes datos relacionados a la muerte del general Teófilo Iwanowski.

“Ante la duda sobre la identidad del general, planteada en Carta de lectores del día 24 de enero último, surge un tema apasionante: ¿los restos de quién cobija el mausoleo en Villa Mercedes, San Luis? ¿A los de la persona que nació como Teófilo Iwanowski o a los de Karl Reichert, quien actuó parte de su vida con el seudónimo de Teófilo Ivanowsky? ¿A quién está agradecida la República? Creo que la verdad histórica debe estar escrita en los archivos oficiales del Ejército Argentino. Los descendientes de Teófilo Iwanowski (el verdadero), los de Karl Reichert y los habitantes de la República merecen saberla.”

Andrés Jezierski


Carta Nº5: Domingo 23 de febrero

Historia de Iwanowski

Señor Director:

“En respuesta a la carta de Andrés Jezierski del 13 de febrero del corriente, interesándose por la historia del general Teófilo Iwanowski, le hago saber que su verdadero nombre era Enrique Reich, e Iwanowski era el apellido de su madre.

“Nació en Posen (Polonia) en 1827. En 1851 es reclutado en Hamburgo para un regimiento del gobierno de Brasil. Formó parte de la misión brasileña que integró el llamado Ejército Grande que a las órdenes de Urquiza derrotó a Rosas en Caseros el 3 de febrero de 1852.

“Iwanowski hizo una carrera brillante en el ejército argentino y fue herido varias veces. A partir de 1866 firmaba Teófilo Reich e Iwanowski y el 5 de junio de 1874, tres meses antes de morir le fue otorgada la medalla de oro por su participación en la guerra del Paraguay.

“Son datos que figuran en el nuevo diccionario biográfico argentino de Vicente Osvaldo Cutolo.”

Marta Gallardo


Civilización técnica y barbarie política

Comunicación del Ing. Horacio C. Reggini leída en la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación el 7 de mayo de 1998.
Debido a su extensión, la misma se encuentra en formato PDF.

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Carta del Ejercito Argentino

Texto de la carta que el Gral. De Brigada Daniel Manuel Reimundes, Secretario General del Ejército, le envió al Sr. Andrés Jezierski:

Buenos Aires, 18 de febrero de 2003

Señor Jezierski:

Me dirijo a usted en nombre del Ejército Argentino y en respuesta a sus interesantes consideraciones efectuadas en cartas de lectores del diario La nación, el 13 de febrero, relacionadas con la duda planteada respecto de la verdadera identidad de quien fuera en vida un hombre de bien y General de la nación, que murió violentamente como consecuencia de nuestros constantes y recurrentes desencuentros, y hoy descansa en su mausoleo en Villa Mercedes San Luis, lugar donde prestó su último servicio a la Patria.
Esta Institución comparte su inquietud y considera que resulta imprescindible y por demás interesante desarrollar el esfuerzo de investigación para despejar este interrogante. En virtud de ello, y respondiendo a una de sus tareas específicas, la Dirección de Estudios Históricos del Ejército persistirá en su acción continua y sistemática de investigación hasta obtener una respuesta debidamente documentada. No obstante lo expresado y apelando a su particular interés en el tema, la Dirección de Estudios Históricos mencionada, pone a su disposición para que lo estime conveniente la documentación obrante en sus archivos.

Estimado señor, espero sinceramente con estas breves líneas llevarle al menos la tranquilidad que su Ejército, entre otras y muy variadas actividades, dedica personal, medios y tiempo a la valiosa tarea de investigación histórica.

Sin otro particular lo saludo con mi consideración más distinguida.

General de Brigada Daniel Manuel Reimundes
Secretario General del Ejército


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