El mito del fontanero polaco

Por José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney y profesor de Economía de la Universidad de Alcalá

La globalización ha seguido siendo un tema recurrente en las elecciones francesas, lo cual nos afecta a sus socios europeos, y el temor a que la llegada de inmigración deje sin trabajo a los ciudadanos galos condiciona todas las decisiones políticas. El fontanero polaco que trabaja en Francia se ha convertido en una figura mediática por ser el culpable de la alta tasa de paro y los ciudadanos exigen que su gobierno proteja sus puestos de trabajo del enemigo externo.

Siempre es recomendable contrastar las ideas con la realidad y para eso España es un buen ejemplo. Nuestro país ha recibido al menos cuatro millones de inmigrantes en la última década y nuestra tasa de paro ha caído más de quince puntos. En los años cincuenta, cuando los españoles emigrábamos a Francia y Alemania, su tasa de paro también caía y su nivel de renta aumentaba gracias en parte a la llegada de inmigración. Argentina y Venezuela formaron parte de las economías más desarrolladas cuando recibían inmigración en la primera mitad del siglo XX. El problema es que la economía francesa ya tiene un exceso de proteccionismo e intervencionismo económico y eso les ha impedido adaptarse a la revolución tecnológica y a la llegada de nuevos competidores. Por esa razón, Francia no genera empleos atractivos para sus jóvenes y eso explica la frustración social.

En España también hay cierto temor a la inmigración procedente del Este. Se dice que es una inmigración muy bien formada, muchos de ellos con estudios técnicos y universitarios y que son una amenaza para nuestros jóvenes que fracasan en la secundaria y se forman en nuestras universidades de mala calidad. Los polacos también tienen miedo y ven a las empresas multinacionales españolas como los nuevos invasores, tras los alemanes y los rusos, que amenazan la seguridad nacional.

En mi vida profesional he tenido la fortuna de desarrollar negocios en muchos países, entre ellos Polonia, y conozco bien el país y a sus profesionales. Polonia tiene la mitad de la renta por habitante que España y casi un tercio de su población ocupada trabaja en el campo con una productividad ínfima. Es cierto que su población está educada, pero sus economistas estudiaron modelos soviéticos, sus abogados no saben de fiscalidad internacional, sus ingenieros aplican métodos que hace treinta años que dejaron de usarse en los países desarrollados, etcétera. Pero el mayor problema de los trabajadores polacos es su actitud funcionarial, su escasa iniciativa y su pésima orientación hacia el cliente.

Los jóvenes titulados se están formando mejor, pero harán falta dos generaciones más para que eliminen del todo los vicios de casi cincuenta años de ausencia de libertad y de comunismo. Si los actuales gobernantes continúan prohibiendo leer a Kafka, Dostoievski y lo que queda por venir, entonces tardarán siglos en converger.

Desde un punto de vista conceptual, la inmigración tiene los mismos efectos beneficiosos que la libertad de comercio internacional o la de movimientos de capital, aunque la casuística social y humana hay que tenerla en cuenta. Sin embargo, la llegada de inmigración supone cambios sociales de gran calado y esto despierta temores a lo desconocido que desde antes de Atapuerca aterran al ser humano.

Hay que gestionar esos miedos para evitar que crezcan de manera entrópica y acaben generando conflictos sociales y una ola de proteccionismo mundial que ponga fin al periodo de globalización que estamos disfrutando. Las ideas son importantes, pero tienen que estar basadas en experiencias y evidencia empírica. La realidad es que los países que reciben inmigración como: EE.UU., España, Reino Unido y Australia crecen, se crea empleo y actividad. En el resto su población envejece, se empobrece y aumenta la infelicidad social.

Como decía Heráclito en el siglo VI a.C. “todo cambia, nada permanece, sólo el cambio es permanente” y para gestionar el miedo al cambio yo recomiendo el lema de la Universidad de Harvard: “Luz y verdad”.

Las Provincias, Alcalá
10.06.2007


The International Raoul Wallenberg Foundation

El Águila Blanca es parte del proyecto “Las huellas polacas en la República Argentina”


Museo Roca, Ministerio de Cultura, Presidencia de la Nación. © 2003 - 2020
El Águila Blanca Museo Roca - Insitituto de Investigaciones Históricas Condecoración otorgada a Claudia Stefanetti Kojrowicz