Polonia, en rostros femeninos
“Es una película sobre la identidad, la familia, la fe, la culpa, el socialismo y la música”, ha dicho Pawel Pawlikowski refiriéndose a Ida, el film polaco que CDI estrenará mañana. Y quiso referirse en detalle a las intenciones que lo animaron a plantearse esa realización con la que volvió a trabajar en su tierra natal: nació en Varsovia en 1957, pero desde los 14 años abandonó la Polonia comunista para trasladarse a Italia y Alemania, antes de instalarse en Gran Bretaña, donde ha desarrollado buena parte de su carrera. Lo que quería -añadió- era “hacer una película sobre la historia que no pareciera una película histórica; una película que fuera moral, pero sin lecciones que dar; quería contar una historia en la que «todos tengan sus razones»; una historia más cercana a la poesía que al argumento. Y por encima de todo quería alejarme de la retórica habitual del cine polaco.”

Según ha confesado, estuvo dando vueltas durante años a la historia de una monja católica que descubre que es judía. “En un principio la situé en 1968, el año de las protestas estudiantiles y las purgas antisemitas del partido comunista en Polonia. Todo estaba más impregnado de la política de la época. El guión estaba volviéndose más esquemático, enredado y con más suspenso del que yo quería, así que dejé Ida un lado por un tiempo y me fui a París a rodar La mujer del quinto (film que no se estrenó en nuestro medio). Pero cuando retomé el proyecto, tenía una idea mucho más clara de cómo quería que fuera la película. Junto a mi coguionista Rebecca Lenkiewicz lo deshicimos todo, lo volvimos menos enredado, e hicimos los personajes más ricos y menos funcionales. Ida se tornó más joven, con menos experiencia, una chica joven en el umbral de la vida. Y también trasladamos la historia al 62, un período del que yo guardo vívidos recuerdos, mis propias impresiones como niño, sensible a las imágenes y a los sonidos. Algunas tomas de la película podrían haber sido sacadas de mi álbum familiar.”
Y entonces ingresó en Ida el personaje de Wanda, inspirado en la esposa de un profesor de Oxford, una mujer generosa y cariñosa, que a Pawel le caía muy bien y de la que unos cuantos años más tarde se enteró que Polonia pedía su extradición porque había sido una abogada estalinista responsable de crímenes contra la humanidad. Por supuesto, fue un terrible impacto para él. Incluso cuenta que estuvo a punto de filmar una película sobre ella, aunque le costaba entender a alguien tan contradictorio. “Pero -ha dicho hace poco- meterla en la historia de Ida ayudó a dar vida a ese personaje. Y viceversa: poner a la ex creyente con las manos manchadas de sangre junto a Ida, me ayudó a definir el personaje de la joven monja y su travesía.”
En busca del pasado
El largometraje se centra en una joven novicia que conoce a su tía Wanda, su único familiar sobreviviente, en la Polonia de 1962. Con ella, antes de ordenarse en el convento donde ha vivido desde que se quedó huérfana en la infancia, sale en busca del pasado de su familia. El film, que fue premiado en los festivales de Londres, Varsovia, Toronto y Gijón y fue exhibido en el último Bafici, narra la historia de estas dos mujeres. Ambas se embarcan en un viaje de descubrimiento sobre ellas mismas y de su pasado común. Anna descubre que su tía no sólo es una antigua abogada del Estado comunista, conocida por sentenciar a sacerdotes y a otras personas a muerte, sino que además es judía. Descubre así que ella también es judía y que su verdadero nombre es Ida. Esta revelación hace que Anna, ahora Ida, inicie un viaje para descubrir sus raíces y para enfrentarse a la realidad sobre su familia. Debe elegir entre su identidad natal y la religión que la salvó de las masacres de la ocupación nazi en Polonia. Y Wanda debe enfrentarse a decisiones que tomó durante la guerra.
“Hay dos personajes que sufren -subraya el cineasta-: Ida es una persona fuerte y congruente; la otra está mucho más disgregada. A Ida le asombra descubrir, por supuesto, descubrir que no era como creía ser. No le agrada tener que abandonar el monasterio y, por si fuera poco, descubre el amor, aunque no sea de forma erótica. Pero su tía es una encarnación fuerte de lo que significa la vida. Es buena, es mala, es divertida, es horrenda, un personaje muy especial. Cuando ella desaparece, deja un vacío tremendo en Ida pero en ese viaje que hace intenta probar la vida antes de dejarla. En mi película hablo sobre muchos temas. El Holocausto es uno de esos elementos. No he querido centrarme simplemente en él. Me interesan más los demonios personales y la investigación histórica. Creo que a los largometrajes no se les suele dar bien explicar esas cosas. Sí me interesan las películas que tratan muchos temas de manera libre, artística y abierta, que sugieren mucho pero que no explican. El film intenta hacer pensar pero no instruir. No explicar algo sino fomentar la curiosidad.”
Pawlikowski también cuenta que quiso rodar en blanco y negro, en formato 4/3 y sin movimiento alguno en los planos. Es un formato que consideraba perfecto para esta película. “Cada plano está pensado para crear atmósfera y pongo la cámara arriba o abajo según quiero que los personajes tengan más o menos aire. Creo que es muy interesante el lugar que ocupa el espacio aéreo fuera de ellos, la atmósfera, en cada plano.”
Por Fernando López
La Nación, 11.06.2014
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