Slawomir Mrozek
Slawomir Mrozek (Borzecin, 1930) es un autor de culto en Polonia, donde sus obras teatrales se representan siempre con enorme éxito, pero es además uno de los maestros indiscutidos del relato breve, con una amplia capa de lectores devotos y entusiastas. Tan corrosivo como ácido, Mrozek actúa con total seriedad sobre el mundo, evitando sin embargo la solemnidad: siempre brillante, a caballo entre la ironía y el sarcasmo, nos muestra, con punzante humor, una realidad marcada por los contrasentidos y el absurdo.
Mrozek estudió arquitectura, historia del arte y cultura oriental. Antes de darse a conocer como escritor, obtuvo un cierto éxito como periodista y dibujante satírico. A partir de 1957, su carrera literaria se desdobla en dos facetas muy definidas, la de autor dramático y la de narrador.
Currículum Viatae
Slawomir Mrozek (1930) desde el años 1989 hasta 1996 vivió en México, actualmente reside otra vez en Polonia. Debutó como dibujante y satírico. Publicó su primer libro en 1953. La primera obra de teatro en 1958. En 1964 publicó Tango, drama traducido a más de 20 lenguas. En total Mrozek ha publicado más de 30 dramas y más de 20 libros de cuentos. Es el dramaturgo polaco que ha tenido más representaciones en el mundo.
Varia. La vida y otras circunstancias de Slawomir Mrozek, en concordancia con el significado que el diccionario da de la palabra “variedad”, es un cubo de basura donde se ha tirado al buen tuntún:
Un poema satírico sobre la burocracia en la época del deshielo que, por otra parte, sigue siendo totalmente vigente;
Unos cuantos folletines de los años 50 más un apóstrofe sobre Mikolaj Rej que el autor pronunció, según tengo entendido, en Naglowice en ocasión del 400 aniversario del nacimiento del padre de la literatura polaca;
Un extenso “Mi curriculum vitae”, de decenas de páginas, escrito en 1988 para Contemporary Authors Autobiography Series;
Algunas notas autobiográficas publicadas en los años 80 en la revista “Kultura” de París y en los “Zeszyty Literackie”;
Tres pequeños ensayos sobre la relación del autor con la palabra “socialismo”, con la censura y con Cenizas y diamantes de Jerzy Andrzejewski;
Recuerdos de sus amigos desaparecidos Leopold Tyrmand y Adam Tarñ, y también notas sobre la relación con Witold Gombrowicz y Franz Kafka, a quienes no conoció personalmente;
Pequeños textos de diferentes géneros cuyos puntos de unión es el hecho de hacer referencia a la vida de Mrozek después de dejar Polonia.
Parece increíble, pero todos estos elementos se integran en una totalidad interesante y que mantiene al lector en tensión, muestra los aspectos más diversos de la vida de Mrozek desde la infancia y la juventud comprometida con el comunismo, a través de cuestiones personales, la liberación del yugo de la República Popular de Polonia, los dilemas y sufrimientos del emigrante, hasta la relación con el arte y... el deporte. Hay sinceridad, pero no exhibicionismo. “Siempre he intentado, dice el autor en una entrevista con Jeszy Koenig, publicada en este tomo, que no supieran demasiado sobre mí”. Ahora se descubre- para Mrozek, quizás demasiado- pero sabe dónde hay que parar.
En el capítulo “Mi currículum viatae”, sin ningún subterfugio intelectual describe cómo le sedujo la ideología: “cuando tenía veinte años estaba dispuesto a aceptar cualquier propuesta ideológica sin desconfianza, con tal de que fuera solamente revolucionaria”. De una manera completamente realista mira ahora hacia el papel que ejercía, puede llegar a expresarlo de la siguiente manera: “los escritores y los artistas obtuvieron privilegios y fue de esta manera que empezó la degradación moral. Me aceptaron en este particular club de favoritos. No nos dieron aviones, pero con toda seguridad éramos los favoritos del poder.”
Al abandonar Polonia en 1963, Mrozek quiso establecer un precedente: “un escritor polaco que vive de sus propios medios en el extranjero, fuera del control del gobierno polaco.” Los textos que componen Varia. La vida y otras circunstancias ilustran a la perfección las más variadas peripecias intelectuales, emocionales y vitales con las que se encontraba el escritor en el camino de espinas para conseguir el precedente antes mencionado. Podría parecer que un creador tan concentrado en sí mismo, que puede analizar con tal profundidad su propio camino vital y sus propias decisiones (en el fondo un egotismo de la profesión, nada nuevo) puede no ser sensible a las preocupaciones de los demás. No obstante, nos encontramos con una sorpresa. Los recuerdos sobre Leopold Tyrmand, uno de los mejores que he leído, es inteligente, penetrante, cordial.
Joanna Szczesna
Gazeta Wyborcza, Varsovia
17.07.2003
La revolución
En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa.
Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí.
Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver.
Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable.
Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista.
La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida.
Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio.
Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.
Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por “ese cierto tiempo”. Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario. Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución.
Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna.
Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total.
Ya que esta vez “cierto tiempo” también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio –es decir, el cambio seguía siendo un cambio-, sino que al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo.
De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama.
Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba.
Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio.
Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario.
Slawomir Mrozek
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