Conrad y Sudamérica

Conrad habría estado involucrado en la misión ilegal de enviar armas y municiones para algún partido político en una de las repúblicas del norte de Sudamérica. Tanto el área de operaciones como el destino de estas armas permanecen en penumbras; sin embargo, algunos críticos posteriores han asociado este supuesto contrabando con la guerra civil colombiana del año 1876.

La cronología de la vida de Joseph Conrad que establecen Owen Knowles y Gene Moore en el “Oxford Reader's Companion to Joseph Conrad” señala que el joven Korzeniowskihizo tres viajes sucesivos al Caribe a partir del año 1874 cuando tenía 17 años. Fue en el tercer y último de estos viajes, a bordo del Saint Antoine con destino a la Martinica y Saint Thomas, que el joven marino tuvo como compañeros de tripulación a Dominique y César Cervoni, dos marinos sardos vagamente emparentados.

Varios años más tarde, Joseph Conrad sugirió vagamente que a fines de 1876 habría visitado junto a los Cervoni varios puertos del centro y sur de América. Estas afirmaciones han motivado complicadas disquisiciones sobre los supuestos contactos de Conrad con Sudamérica. Hans Van Marle, que estudió en detalle estas expediciones, concluye cautelosamente que no pueden rechazarse de antemano sus reiteradas afirmaciones de que estuvo envuelto en actividades ilegales junto al marinero Cervoni por las costas Centro América y el norte de Sudamérica. G. Jean Aubry - uno de los primeros biógrafos y traductores de Conrad- cuenta que ambos estuvieron involucrados en la misión ilegal de enviar armas y municiones para algún partido político en una de las repúblicas de la zona. Tanto el área de operaciones como el destino de estas armas permanecen en penumbras, sin embargo, algunos críticos posteriores han asociado este supuesto contrabando con la guerra civil colombiana del año 1876.

Conrad advirtió también que estas experiencias en el Caribe y el norte de Sudamérica tuvieron eco en algunos pasajes de sus obras. Sin embargo, aún cuando estos efímeros y oscuros contactos hayan ocurrido efectivamente, América y los personajes de origen americano figuran de tal manera en su obra, que no puede fundarse su conocimiento de estos lugares en estas visitas fugaces que sólo le habrían reportado vistazos del continente. Entre la abundante y diversa bibliografía conradiana la más célebre de sus obras “americanas” es su novela “Nostromo”, para la cual Conrad creó la república imaginaria de Costaguana. Sin embargo, tanto la novela “La Aventura”, escrita en colaboración con Ford Madox Ford y los relatos “El anarquista” y “Gaspar Ruiz” transcurren en América del Sur. Por último, no olvide el lector que el Señor Jones, Ricardo y Pedro, los tres personajes de pesadilla de la novela “Victoria”, se conocen por primera vez en las costas de Venezuela.

“La Aventura” fue la primera de las novelas americanas de Conrad. Ford Madox Ford le leyó a Conrad el manuscrito de “Seraphina”, germen de la novela que emprenderían juntos posteriormente, en otoño de 1898, sin embargo la idea de escribir una novela sobre piratas se le había ocurrido a Ford Madox Ford ya en 1896. “La Aventura” relata las peripecias del joven John Kemp en medio de intrigas políticas de ingleses y españoles en lucha por mantener el control de sus respectivas colonias.

Según señalan Knowles y Moore en la versión final de “La Aventura”, Ford Madox Ford es principalmente responsable de las partes I, II y V; Conrad habría escrito la totalidad de la parte IV y los dos compartirían el crédito del capítulo III.

No es aventurado pensar que el hormiguero de intrigas entre los llamados secesionistas jamaiquinos y las autoridades locales haya despertado en Conrad el apetito por continuar por esa cuerda de intrigas políticas ya que inmediatamente después de terminada “La Aventura” el escritor comenzó a escribir “Nostromo”.

A fines de 1902, Conrad tenía en mente una historia corta - algo “tonto y vendible”, señalaría algo después- que tratara sobre italianos en Sudamérica. A pesar de sus intenciones, al poco tiempo el proyecto de “Nostromo” comenzó a crecer y crecer. En los primeros tres meses de 1904 la situación hizo crisis, la novela ya había empezado a publicarse en series en el “T.P's Weekly” durante enero de ese año y Conrad veía muy remota la posibilidad de terminarla en medio de un tormentoso mar de deudas, cada vez más cansado y siempre enfermizo. Conrad escribía la novela durante el día y por la noche le dictaba sus recuerdos a Ford Madox Ford. Según señalan Knowles y Owen, Madox Ford sería el autor, o simplemente el copista, de una sección de Nostromo (páginas 588 a 603 del manuscrito y el capítulo cinco de la segunda parte).

Es en la nota preliminar que Conrad escribió posteriormente para “Nostromo” donde sugiere sus “breves, escasos y pasajeros” contactos con el continente americano. En esa oportunidad habría tenido “la primera sugestión” de escribir su novela, “en la forma de una anécdota cogida al vuelo sobre cierto individuo al que se atribuía haber robado por sí sólo toda una gabarra llena de plata en un punto del litoral de Tierra Firme, durante los trastornos de una Revolución”. Con el tiempo esta historia insignificante se le confirmó al volver a encontrarla en el libro “On Many Seas: The Life and Exploits of a Yankee Sailor” publicado en 1897.

En esta “nota de autor”, Conrad señala otras fuentes de la novela de cáracter más bien biográfico: Nostromo, el personaje, estaría basado en Dominique Cervoni y la joven Antonia Avellanos sería el fantasma de su primer amor. Esto último, además de otros antecedentes, ha llevado a algunos críticos a vincular la trama de la novela con la historia polaca del siglo XIX y a la especialista francesa Claudine Lesange, a relacionar dicho personaje femenino con la borrosa figura de Thérese Chodzko, un malogrado amor marsellés del joven Korseniowski. Para Claudine Lesange “Nostromo” habría activado sus recuerdos de Marsella y del sur de Francia.

Sin embargo, lo más notorio de esta nota preliminar es cómo Conrad introduce la novela como un trabajo cronístico basado en el libro “Historia de 50 años de Desgobierno” escrito por Don José Avellanos, uno de los personajes de la novela. Esto no sólo sería un intento lúdico de diluir los márgenes entre la ficción y la historia real sino también una forma de enfatizar el carácter de “Nostromo” como una obra construida a partir de otros libros y referencias de la más diversa índole. “Nostromo”, más que responder a las experiencias personales directas de Conrad sería el resultado de una prodigiosa variedad de lecturas, de un enorme proceso de amalgamiento y síntesis entre éstas y su experiencia.

Para escribir esta novela Conrad consultó una enorme cantidad de libros de memorias personales de viajeros y políticos - Madox Ford recordaba que Conrad además de haber leído todos los libros, “había leído cada volumen de memorias imaginable o inimaginable”- y libros de historia americana ortodoxos como los de W.H. Prescott.

El propio Conrad en una carta a Edmund Gosse fechada el 11 de junio de 1918 señalaba que tanto la base geográfica como histórica de “Nostromo” era un logro en mosaico y que le parecía mucho más real que cualquier historia que haya aprendido previamente sobre la región.

Una Amistad Fructífera
En la gestación de esta novela y en la conformación de su imaginario sudamericano fue fundamental para Conrad la amistad que sostuvo con Robert Cunninghame Graham.

Robert Cunninghame Graham of Ardoch and Gartmore, más conocido como “Don Roberto” (Londres, 1852 - Buenos Aires 1936) fue un escritor, viajero, pionero socialista y nacionalista escocés. Cunninghame Graham viajó muy joven a Sudamérica - cuentan que recorrió el continente a caballo- y pasó buena parte de su juventud criando vacas en Argentina intentando recuperar la fortuna familiar. Se casó con una chilena llamada Gabriela de la Balmondiére. A su regreso a Inglaterra Don Roberto entró en lides políticas, durante los años 1886 y 1892 fue miembro liberal del parlamento inglés representando a Lanarkshire, Escocia. Cuentan que pocos días antes de morir podía vérsele paseando por Hyde park sobre una jaca pampera, enjaezada a la mexicana. Falleció a los 84 años cuando viajó a Argentina para asistir al homenaje con que dicho país había decidido honrarle, bautizando “Don Roberto” a una de sus ciudades. Dicen que habría muerto de “un fuerte catarro” y que hasta entonces, jamás había estado enfermo.

Cuando Conrad y Cunninghame se toparon por primera vez el 26 de noviembre en 1897, el escocés ya había perdido su asiento en el Parlamento e iniciaba una carrera como escritor y activista pionero del movimiento laborista inglés. El carácter fraternal de esta amistad impresionaba a muchos del círculo de Conrad. Richard Curle señaló que “juntos parecían rejuvenecer; se trataban el uno al otro con la clase de alegría que sólo puede surgir de una amistad total, incuestionable y antigua. Dudo si acaso la presencia de cualquier hombre haya hecho más féliz a Conrad que la de Don Roberto”. Por otra parte Conrad lo describía en sus cartas como el hombre más vivo del siglo y “uno de los pocos hombres que conozco - en el completo sentido del término- apreciándolo y respetándolo como ser humano. No comparto sus convicciones políticas ni incluso todas sus ideas sobre el arte, pero tenemos suficientes ideas en común para poder fundar sobre elllas una sólida amistad.”

Los libros de Cunninghame Graham (escribió entre otras obras de ficción e historia las biografías de Hernando de Soto y Bernal Díaz del Castillo) así como su conversación, su gran biblioteca sudamericana y la larga correspondencia que sostuvieron forman buena parte de la matriz desde donde surgieron los trabajos de inspiración sudamericana escritos por Conrad. El escritor además frecuentaba a otro amigo de “Don Roberto”, el naturalista y escritor W. H. Hudson autor del libro “Días de Ocio en la Patagonia”.

Las razones de Conrad para ambientar su novela en Sudamérica aparecen en cartas enviadas a Cunninghame Graham a partir de 1898, en ellas escribía furioso sobre el creciente imperialismo yanquee en las Filipinas y el Caribe. Eloise Knapp, en una lectura política de “Nostromo” señala que Conrad habría ambientado su primera novela sobre la revolución en el hemisferio occidental por su visión de que “el descubrimiento y desarrollo del Nuevo Mundo, había montado el escenario para las primeras revoluciones políticas en Europa”.

En marzo de 1923 Conrad le escribió a Cunninghame informándole que la “semilla” del relato Gaspar Ruiz la encontró en el libro “Extractos de un Diario escrito en las costas de Chile, Perú, y México en los años 1820, 1821 y 1822” del marino inglés Basil Hall”. “El modelo de Gaspar Ruiz - cuenta en su carta- es un hombre llamado Benavides, montonero en la frontera sur de Chile durante las guerras de revolución”. Es presumible que los viajes de Basil Hall hayan formado parte de los materiales con los que trabajó Conrad para obtener la documentación de “Nostromo”.

Ricardo Donoso escribió un comentario de este relato para la Revista Chilena de Historia y Geografía en 1928 donde señalaba que “El autor pudo haber desarrollado el tema lo mismo en Chile, Perú o Argentina. La exactitud de la información histórica es lamentable.” Concluyó afirmando que la ficción resultó inferior a la realidad.

Conrad nunca estuvo muy satisfecho con el resultado de “Gaspar Ruiz”. Acongojado escribió en una de sus cartas: “sé que tendré varios siglos adicionales de Purgatorio por esta historia”.

El Mercurio, Chile
03.06.2001


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