Noches de música y vodka
Cracovia es una de las ciudades más bellas de Europa oriental. Una recorrida por bares, clubes y restaurantes por
Scott Norvell. The New York Times
Cracovia (en el sur de Polonia) parece dos ciudades en una. Durante el día es tranquila y discreta, pero por la noche los sótanos se llenan de noctámbulos que se dedican a sacudirse cierta melancolía. El jazz se escucha en los oscuros rincones de los pasajes de Stare Miasto, la Ciudad Vieja, y los sótanos góticos se convierten en cabarets. En las veredas húmedas golpea la música tecno que suena en los locales y se reflejan las luces rojas de neón. Los cafés de Cracovia siempre están llenos de gente dedicada a la charla. Las paredes del barrio de Kazimierz, uno de los principales centros de cultura judía de Europa hasta la Segunda Guerra Mundial, están cubiertas de anuncios que prometen muzyka en vivo y lectura de poesía. Medieval y bella, Cracovia gana rápidamente fama como una de las ciudades más encantadoras de Europa oriental. Un dato no menor indica que aquí hay más bares por metro cuadrado que en cualquier otro lugar de Europa.
Un buen inicio es ubicarse en una mesa junto a la ventana del "4Café Camelot, en la calle Tomasza y dedicarse a probar ensaladas aderezadas con yogur, albahaca y cebolla de verdeo. También, a observar a los clientes que, por sus gestos, parecen hablar temas muy serios. De postre, hay que probar una delicada tajada del que, según se dice, es el mejor cheesecake de la ciudad.
Al fondo del comedor del Café Camelot, una cortina de terciopelo negro cubre una escalera. Detrás funciona Loch Camelot, uno de los clubes de jazz más famosos de la ciudad para escuchar bandas que interpretan música polaca, bajo un cielo raso bajo de ladrillos. Cerca de ahí, en el Stalowe Magnolie - "magnolia de acero"- se puede escuchar a una joven cantar covers de viejas canciones norteamericanas. Por ejemplo, Roberta Flack y Sister Sledge con acompañamiento de trompeta. Una rara combinación en la que hay que confiar.
El trago más famoso
Después de atravesar la hermosa plaza del Mercado espera un nuevo bar, llamado Vodka, para probar el trago más famoso y original de Polonia: zubrowka, un vodka con hierba de bisonte, que sólo crece en el Parque Nacional de Bialowieza, al este de Polonia y es el pasto preferido del bisonte europeo. Los polacos también suelen tomar el vodka con jugo de manzana, en una combinación que llaman tatanka.
Al sudeste de la Ciudad Vieja, se levanta Kazimierz, un barrio de 500 años de antigüedad y uno de los enclaves judíos más viejos de Europa. En la década del 90 se hizo famoso porque fue el escenario de La lista de Schindler, la película de Steven Spielberg. Dicen que cambió muy poco desde la guerra, cuando los nazis aislaron a parte de sus 17.000 habitantes en un gueto cercano y, dos años después, los enviaron a distintos campos de concentración. Casi todos murieron.
Hasta que llegó Spielberg con sus cámaras, el barrio estaba muy descuidado. Ahora, Kazimierz, de apenas doce manzanas, está restaurado y los empresarios locales convirtieron los antiguos frentes de negocios y pequeños talleres en la última atracción para los amantes de la vida nocturna de Cracovia.
En las noches lluviosas, las calles empedradas de Kazimierz brillan con el reflejo de los carteles de neón que anuncian cerveza. También brillan las luces de los cafés. En la calle Miodowa, el local Propaganda enrojece la vereda en una sátira no demasiado sutil de épocas pasadas. El kitsch comunista domina las paredes, que están adornadas con partes de un auto Trabant, fotos de Stalin y artefactos eléctricos viejos.
A la hora de la cena, un menú tradicional. La carta de Klezmer Hois, que se basa en albóndigas de pescado y huevos, no debe haber cambiado mucho desde los años de la Segunda Guerra Mundial. Se puede probar, también, carne al estilo vienés y pollo con una salsa de jengibre y miel. Mientras, un cuarteto de cuerdas toca en el comedor principal.
Sin embargo, el bar más típico de Kazimierz es Singer, una ex fábrica de máquinas de coser, apenas iluminado con una vela que arde en cada mesa. Con aire solemne, los jóvenes —ellos despeinados y ellas con el pelo atado en dos colitas— fuman un cigarrillo tras otro en mesas construidas con viejas máquinas de coser.
Para terminar la noche, algo del famoso jazz de la ciudad. Mejor inclinarse por lo clásico. El club más antiguo y famoso de Cracovia, U Muniaka, está en la Ciudad Vieja y ocupa una serie de sótanos con paredes de ladrillo: una sala larga en la que hay algunas mesas y una pista de baile. La música, un cuarteto de jazz con mucho saxo, es excelente, aunque la tranquilidad de los camareros para servir el primer, indispensable trago, es excesiva.
Un último bocado: los puestos de comida de la Ciudad Vieja son irresistibles. Los jóvenes hacen cola para comprar brochetes de pollo o carne asada que se sirven en pan árabe. Mientras, la noche se aquieta y, sólo por unas horas, Todo vuelve a ser silencio.
Traduccion: Cecilia Beltramo
Clarín, Buenos Aires
16.05.2004
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