Auschwitz, hoy (Parte 2)
Un mundo gris
Observamos otra foto en donde se pueden ver perchas para colgar la ropa, números y cartelitos que dicen: "No olvide su número, por favor, para poder recuperar su ropa más rápido después de la ducha". La diabólica ironía del mensaje dirigida a quienes de allí no saldrían con vida era una cuestión cotidiana. "Algunos, los que están cerca de los tubos, mueren enseguida, mientras que los otros gritan de pánico, tratando de salir. La muerte tarda en llegar entre cinco y quince minutos. Después ventilan y, cuando se fue el gas, abren las puertas y el pelotón especial que tiene que quemar los cuerpos empieza su trabajo de abrir las bocas, sacar dientes de oro, buscar en los cuerpos cosas de valor, y cortarles el pelo a las mujeres".
Hay un momento en que la visita resulta intolerable. A medida que pasan las horas, la sensación física de desasosiego se hace carne.
De pronto, entramos en un cuarto más gris que el resto. Hay latas. "Contenían cristalitos de cianuro, que era utilizado como un pesticida, antes de la guerra y durante ella, como otro modo de matar seres humanos –cuenta nuestro guía–. Era un negocio muy bueno para los productores de cianuro: vendieron más de veinte toneladas. Lo producían en Alemania. Todo el dinero proveniente de este negocio fue para una firma que se llama Dahiliefarben. En los archivos del museo tenemos los datos de más de dos mil firmas alemanas que aprovechaban Auschwitz más o menos directamente. Y también firmas textiles que no llegaban hasta acá, pero a quienes les vendían el pelo. Los alemanes lo embalaban y lo vendían. Las firmas textiles pagaban cincuenta pfennigs por un kilo, y lo transformaban en tela."
–¿Cómo reaccionan los visitantes? ¿Tienen idea de la historia?
–Es bastante frecuente que no la tengan. Si uno viene aquí sin preparación, no va a entender lo que pasó, porque no va a ver cadáveres, ni sangre, ni nada por el estilo. A veces se ve a los jóvenes que entran aquí sonriendo y, a medida que van avanzando, sus caras se ven más y más serias. Y muy a menudo empiezan a llorar al ver, por ejemplo, cabello. O, como vemos aquí, la ropa de los niños. Aquí es donde muchas personas ya no pueden más.
Seguimos. Se ve un edificio con las ventanas tapiadas con listones de madera. Nos cuenta el guía que en ese lugar el doctor Klauber hacía sus experimentos de esterilización de mujeres. "Viene aquí un representante de Bayer que busca negocios, y le ofrece a Klauber unas sustancias que él inyecta en los úteros. Esta sustancia causa una inflamación y, si la mujer sobrevive a esa inyección, unas semanas más tarde le saca radiografías. Klauber compara así los resultados, buscando la mezcla que pueda garantizar una esterilización total con una sola inyección. La idea es utilizar la mano de obra de las razas inferiores en Alemania, sin que se mezclen con los arios o se reproduzcan. Por eso deciden esterilizar a las mujeres. En primer lugar, a las judías, y luego, a las demás."
En una diminuta habitación, detrás de unas rejas, se ve un camastro, una cruz y una vela: "Aquí muere Maximiliano Kolbe, un sacerdote polaco que en agosto del ’41 le pide al comandante reemplazar a uno de los condenados, morir por él. Y sobrevive. Murió hace poco, a los 96 años. La vela que ven encendida es del papa Juan Pablo II, que vino aquí en 1979. En 1982 canonizaron a Kolbe. Es una persona muy importante para los católicos".
Hacemos los tres kilómetros que nos separan de Birkenau. Lo primero que se ve es un monumento de piedra gris. Muy austero y moderno, con placas recordatorias al pie. Es el monumento a las víctimas de los nazis. El lugar donde se realizan las conmemoraciones. Benedicto XVI vino aquí el año pasado. Cuando se cumplió el sexagésimo aniversario de la liberación, llegaron trescientos sobrevivientes y cuarenta jefes de Estado. Este lugar funcionaba como cámara de gas y crematorio, hasta que lo dinamitaron, en enero de 1945.
–Hay ciertos sectores en el mundo que dicen que no existió el Holocausto.
–Sí, hay gente que dice que esto es toda una mentira, que esos seis millones de judíos viven en California, que es una invención de los judíos, o del mundo occidental para humillar a los alemanes. En Europa no puede sostenerse esto abiertamente porque está prohibido por ley. Y aquí, en Polonia, se habla ahora más que antes. Imagínese que yo, por ejemplo, a 40 años de finalizada la guerra no sabía todavía que en el pueblo de Oswiecim, donde estamos ahora, la mitad de los habitantes son judíos: 7 mil judíos y 7 mil católicos. Yo fui a la escuela y, hasta los 18 años, nadie me habló de eso.
–¿Cuántos años tiene ahora?
–Ahora, demasiados: 45.
–Y no sabía nada.
–No.
Por Any Ventura
La historia
Auschwitz-Birkenau fue el mayor centro de exterminio nazi, donde murieron entre 1,1 millones y 1,5 millones de personas, la mayoría de origen judío. Entre los registrados hubo polacos, gitanos, prisioneros de guerra soviéticos y de otras nacionalidades. Fue establecido en las afueras de Oswiecim, a 60 km de Cracovia, durante la Segunda Guerra Mundial.
Estaba compuesto por tres campos principales (y 40 subcampos): Auschwitz I, un centro de administración, muerte y alojamiento de prisioneros; Auschwitz II (Birkenau), donde se aniquiló en cámaras de gas a la mayoría de los prisioneros, y Auschwitz III (Buna - Monowitz), utilizado como campo de trabajo esclavo.
Stanislaw Ryniak, que falleció recientemente, a los 88 años, fue el primer prisionero registrado en Auschwitz, a donde llegó después de haber sido arrestado por la Gestapo en 1940, un año después de la invasión alemana a Polonia. Era miembro de la resistencia polaca. Ana Frank (luego trasladada a Bergen-Belsen, donde murió de tifus), el escritor italiano Primo Levi, el santo polaco Maximiliano Kolbe y el premio Nobel de la Paz Elie Wiesel fueron algunos de los prisioneros conocidos que pasaron por este campo, entre muchos otros.
En 1979, Auschwitz-Birkenau fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
El museo
La entrada es gratuita. El museo es estatal, solventado por el gobierno polaco. Desde 1982, también cuenta con ayuda de fundaciones y otros gobiernos.
Sólo los guías con licencia del museo tienen derecho a guiar. También hay sobrevivientes que realizan esa tarea. Este servicio y la proyección del documental Auschwitz son pagos.
En 2006 recibieron un millón de visitantes, especialmente polacos, muchos de ellos jóvenes estudiantes. Se estima que desde 1947 treinta millones de personas han recorrido el lugar.
Un aviso indica: “Niños menores de 14 años no deben visitar el museo ni ver la película”.
La Nación, Buenos Aires
10.06.2007
|