La conspiración detrás del atentado al Papa
Los lobos grises y la misteriosa pista búlgara

Agca ha mostrado una copia del ejemplar de la revista Time que llevó a su portada la visita que le hizo Juan Pablo II en la prisión de Rebibbia, en Roma, dos años después del atentado. Con el titular "¿Por qué perdonar?", la revista se hacía eco del perdón del Pontífice a quien le quiso matar. (AP)

Alí Agca, el terrorista turco que casi asesinó a balazos al Papa polaco en plena plaza de San Pedro, durante la audiencia general del miércoles 13 de mayo de 1981 (era un poco más de las cinco de la tarde), sigue haciéndose el loco y ayer dijo otra vez que Juan Pablo II era su "hermano espiritual" y entregó una foto del pontífice a los periodistas. El juez italiano Ferdinando Imposimato, uno de los que llevaron adelante los procesos para descubrir quiénes estaban detrás del terrorista, dijo que Agca corre serio peligro de que lo maten porque quieren taparle la boca para siempre.

Pero otros magistrados italianos creen que el turco es un hábil simulador, pero que no sabe mucho acerca de los que manejaron los hilos para conjurar el peligro que significó la elección de Karol Wojtyla, arzobispo de Cracovia, como primer Papa no italiano en 455 años, el 16 de octubre de 1978.

Es probable que la liberación de Agca cause inquietud a los personajes que saben cosas tremendas del atentado, pero también es probable que esa gente prefiera no asesinarlo porque los riesgos de fracasar son enormes y esto equivaldría a una verdadera bomba al facilitar las revelaciones de cómo se intentó eliminar de la escena mundial al nuevo Papa polaco que tanto temían el Kremlin y sus aliados.

Lo que pasó es hoy más historia que crónica pero quitar los velos a uno de los acontecimientos más extraordinarios del final del siglo XX sería importante. Los que seguimos el "proceso del siglo" contra Alí Agca, junto con tres turcos y tres búlgaros acusados de participar en la conspiración, y que vivimos aquella época turbulenta de los años '80, que culminaron con la caída del Muro de Berlín, el fin del comunismo en Europa y la disolución de la URSS , creemos en general que la llamada "pista búlgara" representa el hilo conductor que explica razonablemente la conspiración para matar al Papa.

Alí Agca sostuvo en el proceso que era la reencarnación de Jesucristo y que sus actos lo convertían en instrumento de "un misterio" en el que entraba el secreto de la Virgen de Fátima. En esto lo ayudó el mismo Juan Pablo II que creía que "una divina mano maternal" había guiado el proyectil que recibió en el estómago y que por pocos centímetros no lo mató.

Especialista en levantar cortinas de humo, Agca tuvo al trote a los magistrados que después de varios procesos tuvieron que archivar sus acusaciones.

Es lógico que nada estaba escrito, pero es seguro que la elección de Juan Pablo II sembró el miedo y la preocupación en los pasillos del Kremlin. Dos sentimientos bien fundados. Había que parar al Papa polaco que era para la URSS , y no se equivocaban, un enemigo mortal. En esa lógica era inevitable que se buscaran sicarios lejanos y en lo posible de ideologías adversarias. Los servicios secretos búlgaros se habían encargado varias veces de resolver los asuntos más sucios.

Además, en Sofía había un escenario ideal que no podían desconocer los servicios secretos soviéticos. Bajo supervisión de la mafia turca eran numerosos los tráficos en camiones del este al oeste y viceversa, que transportaban armas y droga. Y la mafia turca es cercana, si hace falta, a los Lobos Grises a los que pertenecía Agca. Los Lobos Grises son una organización de extrema derecha islámica turca con misteriosos contactos con sectores militares y civiles del poder turco.

Los Lobos Grises recibieron el "contrato" de los búlgaros a través de la mafia turca y encargaron a Agca la difícil faena de matar al pontífice. Si hubo coberturas desplegadas para facilitar la fuga de la plaza de San Pedro del terrorista turco y si es cierto que había otros dos turcos encargados de ayudarlos, todo esto quedó envuelto en las nubes del misterio.

Pero no hay otra explicación razonable a la conspiración ejecutada por los Lobos Grises y a la pista búlgara. En Bulgaria no se movía una mosca sin que se enterara el capilar sistema de los servicios secretos, el partido y la policía. Y sin embargo en el lujoso hotel Vitosha de Sofía acampaban grandes mafiosos turcos y Lobos Grises, a quienes nadie molestaba. Alí Agca estuvo allí casi dos meses.

Clarín, Buenos Aires
13.01.2006


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