La URSS ordenó asesinar a Juan Pablo II
El Parlamento italiano considera "sin ninguna duda" responsable al régimen comunista
Roma - La mano homicida del turco Ali Agca, quien atentó contra la vida de Juan Pablo II en 1981, fue activada a través de un largo y sutil hilo que nos lleva hasta el KGB, el extinto servicio secreto soviético. Ésa es la convicción de Paolo Guzzanti, el presidente de la comisión parlamentaria italiana que investiga el llamado "Caso Mitrokhin", con el que se intenta aclarar la implicación del régimen comunista. "No hay ninguna duda de que los dirigentes de la URSS tomaron la iniciativa de eliminar al Papa Karol Wojtyla y la transmitieron a los servicios secretos militares para que éstos adoptasen todas las operaciones necesarias para realizar un delito de una gravedad única", aseguró la noche del miércoles Guzzanti, en un acto con el que se dieron por cerradas, provisionalmente, las investigaciones.
Pese a dicho testimonio, el "caso Mitrokhin" se cierra sin conclusiones oficiales por falta de pruebas. El presidente ha decidido sacar a la luz sus convicciones, compartidas por la clase dirigente italiana, pero no cuenta con elementos contundentes para demostrarlas. "El juez Brugiere, máximo experto europeo en terrorismo, me ha revelado que tiene la certeza objetiva sobre el hecho de que Breznev [jefe del Gobierno soviético en 1981] quería eliminar al Papa", argumenta. No es suficiente.
Aunque atendible, comentan desde la oposición, la "cruzada" de Guzzanti es sospechosa. Se trata de un senador, militante del partido "Forza Italia" y amigo personal del primer ministro, Silvio Berlusconi. En la famosa lista publicada en los ochenta con todos los nombres salpicados por la trama asesina, se encuentran también los de algunos conocidos políticos de la izquierda italiana. Así, la confirmación de la implicación soviética reforzaría el discurso electoral de Berlusconi, según el cual la actual izquierda italiana carga con los crímenes de la URSS , de los que es cómplice por su pasado comunista. Pero no sólo son los exponentes de la izquierda quienes prefieren silenciar las responsabilidades del atentado contra Juan Pablo II. El ex premier democristiano Giulio Andreotti, el político más poderoso de Italia durante más de dos décadas, cree que "sería mejor no llegar a conclusiones porque posiblemente tengamos que poner en tela de juicio a personas que han cambiado la URSS y que han traído la democracia. Seamos conscientes de nuestra responsabilidad, es una acusación muy grave". En las palabras de Andreotti hay una clara alusión al presidente ruso, Vladimir Putin, quien dirigió la KGB durante años. Pero Guzzanti no se rinde: "Me da igual las relaciones entre Italia y Rusia. Reivindico la autonomía de la comisión, que, por cierto, Putin ha intentado obstaculizar insistentemente, porque no es que no nos haya abierto el archivo, sino que ni siquiera nos dejó entrar en el cuarto de las escobas", ironizó.
La "pista búlgara". La investigación, reforzada por la comisión "Mitrokhin", descubrió hace ya dos décadas la llamada "pista búlgara", según la cual los servicios secretos de Bulgaria, república satélite de la URSS , organizaron y coordinaron a Agca. Existe una fotografía en la que se pude observar al espía búlgaro Serghei Ivanov Antonov junto a Juan Pablo II, instantes después de atentado. Ivanov, que trabajaba en Roma bajo la cobertura de la compañía aérea Balkan, habría sido contactado por la "Stasi", el servicio secreto de Alemania Oriental, que a su vez recibió el encargo de la KGB. La pista, finalmente, nos llevaría al Kremlin, pero en los pasos intermedios queda mucho por demostrar.
Juan Pablo II se convirtió en una de las mayores obsesiones para el máximo dirigente de la Unión Soviética , Leónidas Breznev. El Papa eslavo, que algunos historiadores consideran una figura clave en la caída del muro de Berlín, sufrió en sus propias carnes la represión comunista en Polonia y, una vez llegado al sillón Vaticano, apoyó con perseverancia a los grupos opositores, siendo especialmente recordada su aportación al Sindicato Solidaridad de Lech Walesa.
Desde la URSS se observaba la Iglesia católica como un peligro mucho más amenazante que el que representaba el credo ortodoxo, a pesar de ser esta última la religión mayoritaria en Rusia. El especial empeño y carisma de Wojtyla convertían al Vaticano en un peligroso enemigo. Por ello, la sombra de Breznev ha volado siempre sobre aquel 13 de mayo de 1981.
Ángel Villarino
La Razón Digital , España
05.03.2006
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