Papa Benedicto XVI canoniza cuatro nuevos santos

Ciudad del Vaticano (Reuters) - El Papa Benedicto XVI canonizó el domingo a cuatro nuevos santos, entre los que figuran personas que vivieron y trabajaron en Irlanda, Francia, Polonia y Malta.

San Simón de LipnicaEl Pontífice dijo a los miles de peregrinos congregados bajo una fuerte lluvia en la Plaza de San Pedro que los nuevos santos, quienes vivieron entre los siglos XV al XX, serán guías espirituales para los fieles de la Iglesia Católica."Que estos nuevos santos los acompañen en sus plegarias y les inspiren con el ejemplo de sus vidas santas," expresó el Papa. Jefes de Estado de Irlanda, Malta, Polonia y las Filipinas participaron de la ceremonia de canonización, el fin del largo camino hacia la santidad en el cual la Iglesia estudia la santidad de la vida de una persona y verifica los reclamos de milagros atribuidos a su intercesión ante Dios. Los cuatro nuevos santos son: Simon de Lipnica, un monje que vivió en Polonia durante el siglo XV; Charles of St. Andrew, un predicador holandés que trabajó en Irlanda donde fue conocido como Charles of Mount Argus; Anne Marie Eugenie, quien dedicó su vida a la enseñanza religiosa en la Francia del siglo XIX; y el predicador maltés George Preca, quien falleció en 1962.
03.06.2007

Biografía de Simón de Lipnica
El Beato Simone nace en Lipnica Murowana, en la Polonia medirional, entre los años 1435-1440. Sus padres, Gregorio y Ana, supieron darle una sana educación, inspirada en los valores de la fe cristiana y, a pesar de su modesta condición, se preocuparon de asegurarle una adecuada formación cultural. Simone crece con un carácter piadoso y responsable, una natural predisposición a la oración y un tierno amor a la Madre de Dios.

En 1454, se trasladó a Cracovia para asistir a la famosa Academia Jagellonica. En ese tiempo san Juan de Capestrano entusiasmaba a la ciudad con la santidad de su vida y el fervor de su predicación, atrayendo a la vocación franciscana un denso grupo de generosos jóvenes. El 8 de septiembre de 1453 el santo italiano había también fundado, en Cracovia, el primer convento de la Observancia, bajo el título de ‘San Bernardino de Siena’, recientemente canonizado. Por tal motivo los frailes menores de aquel convento fueron llamados por el pueblo ‘bernardinos’.

En 1457, también el joven Simone, fascinado del ideal franciscano, prefirió adquirir la precioza perla del Evangelio, interrumpiendo un rico acontecer de sucesos. Por tanto, pide ser recibido, con otros diez compañeros de estudios, en el convento de Stradom.

Bajo la sabia guía del maestro de novicios, P. Cristóforo de Varese, religioso eminente por su doctrina y santidad de vida, Simone recorre con generosidad la vida humilde y pobre de los frailes menores, alcanzando el sacerdocio hacia el 1460. Ejerció su primer ministerio en el convento de Tarnów, donde fue Guardián de la fraternidad. En seguida, se estableció en Stradom (Cracovia), dedicándose incansablemente a la predicación evangélica, con palabra limpia, llena de ardor, de fe y de sabiduría, que dejaba entrever su profunda unión con Dios y el prolongado estudio de la Sagrada Escritura.

Como san Bernardino de Siena y san Juan de Capestrano, Fr. Simone extiende la devoción al Nombre de Jesús, obteniendo la conversión de innumerables pecadores. En 1463, primero entre los Frailes Menores, ocupó el oficio de predicador en la catedral de Wawel. Por su entrega a la predicación evangélica las fuentes antiguas le confirieron el título de ‘Predicador ferventísimo’.

Deseoso de rendir homenaje a san Bernardino de Siena, inspirador de su predicación, el 17 de mayo de 1472, junto a los otros frailes polacos, arriva a L’Aquitania para participar en la solemne traslación del santo al nuevo templo erigido en su honor. Nuevamente fue a Italia en 1478 con ocasión del Capítulo general en Pavía. En esa ocasión pudo satisfacer un deseo profundo de visitar las tumbas de los Apóstoles, en Roma, y proseguir después su peregrinación a Tierra Santa. Vivió dicha experiencia en espíritu de penitencia, de verdadero amante de la Pasión de Cristo, con la oculta aspiración de derramar la propia sangre por la salvación de las almas, si así agradara a Dios. Imitador de San Francisco en su amor por los Lugares santos, en la eventualidad de ser capturado de los infieles, antes de reemprender el viaje quiere aprender de memoria la Regla de la Orden ‘para tenerla siempre delante de los ojos de la mente’.

El amor de Simone por los hermanos se manifestó de manera extraordinaria en el último año de su vida, cuando devastó Cracovia una epidemia de peste. De julio de 1482 al 6 de junio de 1483 la ciudad estuvo bajo el flagelo de la enfermedad. En la desolación general, los franciscanos del convento de San Bernardino, se prodigaron incansablemente en el cuidado de los enfermos, en verdaderos ángeles de consuelo.

Fr. Simone, toma aquello como un ‘tiempo propicio’ para ejercitar la caridad y para llevar a cabo la ofrenda de la propia vida. Por todas partes pasó confortando, prestando ayuda, administrando los sacramentos y anunciando la consoladora Palabra de Dios a los moribundos. Pronto fue contagiado. Soportó con extraordinaria paciencia los sufrimientos de la enfermedad y, próximo a la muerte, expresó el deseo de ser sepultado al umbral de la iglesia, para que todos pudieran pisotearlo. El sexto día de enfermedad, el 18 de julio de 1482, sin temor a la muerte y con los ojos fijos sobre la Cruz, entrega su alma a Dios.

El culto ‘inmemorial’ dado al Beato Simone, ha pasado a la historia de la santidad seráfica con el título de ‘Salutis omnium sitibundus’.

La causa de su canonización, retomada por el Santo Padre Pío XII, el 25 de junio de 1948, llega hoy a feliz término, después del reconocimiento de la curación prodigiosa tenida en Cracovia en 1943 y atribuida a la intercesión del Beato Simone con Decreto del Santo Padre Benedicto XVI del 16 de diciembre de 2006.

San Simone de Lipnica supo armonizar admirablemente el compromiso de la evangelización y el testimonio de la caridad, que brota de su gran amor a la Palabra de Dios y a los hermanos más pobres y que más sufren. La Orden de Frailes Menores, en vísperas de celebrar el VIII Centenario de la aprobación de la Regla (1209-2009), ve en él un auténtico testimonio de la pobreza, de la minoridad y de la simplicidad, además del gozo de pertenecer totalmente al Señor y de ser, al mimo tiempo, un don para la vida de los hermanos.

Rev. Fr. Luca M. De Rosa, OFM


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