Razón y corazón

El compositor y la famosa escritora George Sand conocieron juntos la plenitud creativa, el amor y la pasión.

Columna de la Iglesia de la Santa Cruz, en Varsovia, que guarda el corazón de Frédéric ChopinUna columna de la Iglesia de la Santa Cruz, en Varsovia, guarda el corazón de Frédéric Chopin. El médico Jean Cruveilhier lo extrajo del cadáver durante la autopsia, tres días después de su muerte, para cumplir con el deseo que el compositor, en fase terminal de la enfermedad, le había comunicado a su hermana Luisa. Desde entonces está allí, conservado, según parece, en coñac. Hace algunas semanas, un grupo de científicos pidió autorización para examinar el órgano, realizar un análisis genético y determinar la verdadera causa de su muerte (se sospecha que fue una fibrosis quística y no la publicitada tisis). Las autoridades polacas negaron el permiso. El énfasis en los misterios del corazón revive el tópico del pecho como lugar de residencia de los sentimientos. En su ensayo sobre Auguste Rodin, Rainer Maria Rilke anotó que la fama no era sino la suma de todos los malentendidos que se acumulaban alrededor de un nuevo nombre. Los abusos de la literatura, del nacionalismo y de la industria del entretenimiento convirtieron a Chopin en el héroe de un romanticismo de salón, siempre dispuesto a poner su corazón al desnudo. Pero la confesión resultaba ajena a la naturaleza del músico. Varios testimonios coinciden en que era notablemente discreto, y por otra parte su música, lo que de veras importa, está calculada al detalle. De otro modo, sería imposible explicar, por ejemplo, la sonoridad prodigiosa de algunos de sus Preludios en los que, en una especie de raro claroscuro, la melodía queda sepultada en una textura polifónica y, sin embargo, nunca deja de recortarse nítidamente.

Ese culto heroico incurre en un error de perspectiva. Acaso más que proyectar la vida en la música, Chopin trató de convertir su vida en aquello que era su arte. Además de sus conquistas técnicas, inventó una sensibilidad. La enfermedad adquirió con él un valor estético. Observó el musicólogo Charles Rosen: "Eludió la sentimentalidad del estilo de salón forzándolo hasta la morbidez... Los contemporáneos solían reprocharle a Chopin que su música era enferma, pero esto no debería haber sido un reproche. En verdad, esa morbidez era una de las causas de su superioridad [...]. Un elemento de extravagancia que constituye una de las virtudes del estilo romántico". Liszt había detectado también ese matiz malsano en su descripción de la Polonesa Fantasía, enigmática y casi futurista.

Verdaderamente, hay muchos Chopin. Como se verá en el despliegue de las notas y entrevistas que constituyen la producción de tapa de este número de adncultura, el Chopin de los pianistas Maurizio Pollini y Horacio Lavandera es muy diferente del Chopin del pianista Lang Lang y su proyecto cinematográfico en 3D; y la nota de Pola Suárez Urtubey nos muestra todavía otros Chopin posibles. Su figura sigue siendo elusiva. Así son también varios de sus Estudios, el insondable Preludio op. 28 n° 2, e incluso varios Nocturnos. Nunca es demasiado tarde, ni siquiera en el bicentenario de su nacimiento, para ser interpelado por alguna de esas piezas. Es esa condición escurridiza la que vuelve al compositor y su música inagotables y nuevos.

Por Pablo Gianera
La Nación, Buenos Aires
13.03.2010


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